A más de once kilómetros de
profundidad, hasta cierto oscuro rincón en el que solo unos cuantos
bichos abisales sobreviven nos iban a sumergir sin piedad The Ocean.
El motivo que la banda liderada por Robin Staps alegaría para
semejante riada emocional, sería la presentación de su último
Pellagial en sociedad. Gota a gota, tema a tema el álbum iría
cubriendo todas y cada una de nuestras expectativas, el océano se
haría eterno dentro de una sala con el color azul diferenciando y la
noche entera para desbordarse.
Deberíamos obviar en esta ocasión
la tristemente habitual mención para la exigua audiencia que hasta
el recinto nos acercamos, estábamos los que teníamos que estar y no
éramos demasiados, apuntaremos tan solo. Un lujazo tremendo el
poder contemplar semejante elenco sin estrecheces, si te apetecía
pegarte de empujones te ibas delante y tenías lo tuyo, si por contra
la idea era contemplar el espectáculo alejado del contacto humano,
te quedaban multitud de resquicios desde los que avistar el escenario
sin tener que sudar una sola gota para ello.
Tides From Nebula comenzarían
la sesión a toda prisa, subiéndose a las tablas como quien se monta
en el autobús un lunes por la mañana, no sería el tiempo lo que
iban a dejarse por el camino estos polacos. Sus minutos serían
escasos y sabrían cómo aprovecharlos para que nos diesen la
impresión de haber transcurrido en medio suspiro. Un firme Post Rock
plagado de referencias a God Is An Astronaut sería presentado para
ello, usando dos guitarras para gobernar las sonoridades y
encomiables latigazos con los que despertar a la parroquia. La
arrogancia de sus formas les haría dibujarse más grandes de lo que
en un principio se les esperaba, sin quitarse en ningún momento el
mono de trabajo que su papel les adjudicaba, pero sabedores del
enorme potencial que atesoran. “Only With The Presence” sería el
momento musical que resumiría su paso por la Santana y los minutos
en los que uno de sus guitarras se bajaba de las tablas en actitud
desafiante, los que nos dejarían las instantáneas para el recuerdo
inequívoco.
Los siguientes en la lista vendrían
desde la vecina Francia, pertrechados tras sus poses de tipos duros
de manual y con su cantante escondiéndose debajo de la capucha de la
sudadera. Hacride tampoco habían venido hasta Bilbao con la
idea de hacer prisioneros a su paso, lo robusto de su propuesta
garantizaba esta afirmación. Presentarían su último “Back to
Where you´ve Never Been” con impecable pegada y multitud de ritmos
cortados dispuestos para ir dejando las espaldas a tono. Se mostraron
como unos meritorios hijos bastardos de Meshuggah, con mucho que
envidiar aun a sus paisanos Gojira, pero absolutamente resolutivos en
distancias cortas como las que aquí se relatan. Se apearían del
camino sin que el listón se viese afectado y la noche proseguiría
imparable hacía el ocaso que tenía fijado.
La última parada que haríamos
antes de comenzar el mencionado descenso, tendría a los noruegos
Shining como protagonistas absolutos e inevitables. Su mezcla
de Black Metal con Jazz reverberaría sobre la estancia haciendo que
nos preguntásemos una y otra vez, si tanto caos era absolutamente
necesario. Sonaron rugientes, desenfrenados y completamente hirientes
en el sentido más literal del término, mostrándose viscerales y
desatando un torbellino que antes que al Jazz, recordaba sobremanera
al Punk de gente bien. Chirriaron todo lo que les dejaron a pesar de
colar un saxofón en medio de su catarsis, tratando de provocar con
sus formas y consiguiéndolo sin remisión. Yo ya estoy pensado en la
próxima vez en que les tenga delante, sin otro grupo encima suyo al
que prestar atención y convenientemente preparado para la andanada
de hostias que a buen seguro tratan de propinarme.
El momento de coger aire había
llegado por fin, la inmersión se antojaba ineludible en medio del
azul eléctrico que se apoderaba del recinto y el colectivo oceánico
iba tomando posiciones sobre las humildes tablas de la Santana. El
pie tan solo meteríamos con la delicada introducción “Epipelagic”,
hasta que tocase ir dejando la orilla con “Mesopelagic” haciendo
las veces de banda sonora mayestática. El conjunto se erguía
poderoso y desafiante, los brutales cambios de ritmo que las piezas
marcaban, salpicaban rabia contenida y presagiaban el vendaval que se
cernía sobre los indefensos espectadores. Loic Rosseti se situaba de
costado, en postura similar a como suele colocarse Maynard Keenan,
relativamente ajeno a lo que estaba provocando y pletórico en lo
concerniente a las voces que tenía que interpretar.
El sonido era poderoso,
suficientemente cristalino como para dejarnos apreciar casi todos los
matices que encierra Pelagial, con los recovecos progresivos a un
lado y los puramente violentos al otro. En nuestro descenso no
encontraríamos proyecciones como los que la banda ha utilizado en
otros puntos del tour, tendríamos que mirar dentro de nosotros
mismos para escenificar lo que nos estaban sirviendo. El grupo se iba
a mostrar generoso en cualquier caso, moviéndose allí donde el
espacio les permitía, regalando énfasis y trasmitiendo emociones en
cascada perfecta. Era sencillo abstraerse, a cada minuto se hacía
más fácil perderse dentro de las composiciones megalíticas que The
Ocean facturaban.
Acabarían llegando los instantes en
los que el aire se volatilizaría, los momentos más Doom del
espectáculo nos caían encima entonces, con un millón de atmosferas
de presión y la imposibilidad de soportarlas sin doblar la cerviz.
Los de Robin Staps sobresalían por el enorme abanico que utilizaban,
ahora Jazz para introducir ”Let Them Believe”, un instante antes
Sudge refinado para sentar la base de “Disequillibrated” o guiños
al mejor Metalcore posible, para hacer viable “The Wish Of Dreams”.
Los aires pantanosos de Neurosis asaltaban en “Demersal”
aleccionándonos sobre cómo tiene que sonar el Post Metal y los
tiempos iban ralentizándose mientras tanto, asfixiando todas las
ideas que se nos iban ocurriendo.
El ocaso sería
alcanzado, como no podía ser de otra manera, una vez que palpamos el
lecho marino y comenzaba “The Origin Of Our Wishes” a fundirnos
con su inapelable ritmo funerario. Las luces parecieron en ese
momento más brillantes, los graves lo inundaban todo y nos
regodeábamos de haber llegado hasta el último escalón de nuestro
viaje submarino. La banda tendría la deferencia de volver para
interpretar un corte más a modo de bis, creo que fue “Firmament”
el escogido aunque no pueda garantizarlo con solvencia, mi mente aún
permanecía muy lejos, en cierto fondo oceánico donde nuestras
emociones habían simulado asfixiarse.
Crónica y fotos por Unai Endemaño.
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