Buscar este blog

miércoles, 12 de marzo de 2014

Sepultura+Legion of the Damned+Flotsam and Jetsam+Mortillery- Sala Totem (Pamplona)


Sin disfraces tras los que escudarse a pesar de caer en sábado carnavalero, llegarían hasta Pamplona los hijos pródigos del Metal carioca. No precisarían de adornos enmascarando su propuesta para conseguir una fantástica entrada en la sala Totem, el crédito que proporcionaba el cartel que habían conseguido reunir para esta gira, sería más que suficiente. Con los veteranos Flotsam and Jetsam picando a los de la vieja guardia, los Legion of the Damned a todos los que aún no les habían contemplado, y los propios Sepultura garantizando algunos de los mayores himnos del género en directo, la noche prometía coqueteos con lo memorable.
Antes del bolo sin embargo, rondaba la alargada sombra que lleva años persiguiendo a los de Belo Horizonte, de conversación en conversación, a modo de comidilla sobre la que todo el mundo tiene que opinar, pocos se abstenían de pronunciarse al respecto. El hecho de que Sepultura sin Max Cavalera siempre hayan sido considerados una banda a media asta por un amplio sector del público, era el tema estrella sobre el que enlazar comentarios. Evidente resultaba como la “nueva” formación nunca ha llegado a despejar todas las dudas que se cernieron sobre ella después de editado el Roots.
En las distancias cortas volverían a jugarse su reputación unas cuantas horas después de apagarse las luces, cuando los ilustres teloneros de la jornada hubieron culminado con su quehacer. Mucho antes de que Derrick Green volviese a reclamar su puesto una noche más, los Mortillery aparecerían sobre las tablas de la Totem ante los poquitos que allí podríamos presumir de puntuales. Los canadienses se encargarían de esta manera, de dar recibimiento a la parroquia y poner en tela de juicio el dicho que afirma que a quien madruga, dios le ayuda.
Los canadienses supondrían el único borrón importante por tanto, incapaces de competir en la misma liga que sus compañeros de cartel, sonando insufriblemente desfasados a pesar de su evidente juventud y sin las aptitudes necesarias como para ser tenidos en cuenta. En ocasiones se escorarían hacía el Power Metal americano de los ochenta, tomando ideas de los primeros Fates Warning, Queensryche o Savatage, y tratando de golpear como Vicious Rumors o los propios Flotsam, en su vertiente más acelerada. Quedarían planos en cualquiera de sus dos facetas, con una cantante de pelo larguísimo que no era capaz de imprimir emoción a lo que entonaba y unos músicos que se conformarían con aplicar Thrash leñero de corte viejuno. Se despedirían indicando su procedencia en español, sin ofrecer nada que mereciese un análisis más extenso y dejando paso a los motivos que nos habían invitado a tomar el coche hasta Pamplona.
Flotsam and Jetsam serían los primeros, llamándonos a filas con un tema que no llegue a reconocer y preparándonos para el verdadero despegue del concierto. “Dreams of Death” nos pondría las pilas a continuación, desenterrando recuerdos de hace muchos años mientras contemplábamos uno de los pilares del Thrash metal americano de los ochenta. La idea era poner sobre la mesa el mítico No Place for Disgrace del 88, ocupando para ello casi todo el repertorio y dejando un par de momentos para que el Doomsday for the Deceiver se luciese.
Su actuación entera podría calificarse como sería y aguerrida, exponiendo todas las virtudes que se les presuponía y con un estado de forma sorprendentemente bueno. En ningún lapso del bolo se les vio como a las reliquias que los agoreros preveían encontrarse, los Flotsam dejaron muy claro que aún tienen correa como para patear unos cuantos culos. Mucho más allá del afán revisionista que algunos podíamos albergar hacía su directo, mostraron la vigencia de sus cortes legendarios, especialmente el “I Live You Die” en el que Erik A.K. se enfundo un casco de guerrero mitológico, para acentuar el momento y añadir épica a su discurso. Se despedirían con el “No Place for Disgrace”, dejándonos plenamente satisfechos y con la dulce sensación de habernos sacado un vieja espinita, que de vez en cuando escocía.
La siguiente sesión en la lista presentaría pocas coincidencias con lo presenciado, a pesar de los paralelismos estilísticos evidentes. Pasaríamos de golpe al Thrash Death centro europeo que nos iban a endiñar los Legion of the Damned y tendríamos que dejarnos la nostalgia aparcada hasta nuevo aviso. Los holandeses saldrían con el cuchillo entre los dientes y las melenas alborotadas, repartiendo estopa y aplicando quintas asesinas por doquier. Como si el conci se hubiese convertido en una ITV en la que poner a punto las cervicales, enlazarían un tema tras otro, haciendo que el doblar de chepas acabase por resultar imperativo.
Aquí debiera señalar que el recuerdo que conservaba sobre la banda de anteriores oportunidades, se vio absolutamente refrendado en la Totem, la banda continua tan afilada como cuando comenzaron a rodar y no han perdido un ápice del empuje que les hizo sobresalir. Siguen apostando todas sus fichas a la misma fórmula, tan precisa y efectiva como la recordábamos, contando con una pareja de guitarras que se afanan por repartir riffs letales y un cantante que en ningún momento se queda por debajo de la mezcla. Fustigarían de esta forma durante algo menos de una hora, contundentes y certeros, alcanzando un nivel de intensidad parejo al que más tarde producirían los capos de la noche. Tan solo les faltarían los himnos con los que estos cuentan, para poder encarar con posibilidades a los cabezas de cartel.
Sin que los prolegómenos nos permitiesen demasiado tiempo para elucubrar, saldrían a la cancha los brasileiros, al centro de una sala que había ido llenándose progresivamente durante la velada. Aparecerían montados sobre “Trauma of War”, defendiendo desde el inicio su nuevo The Mediator Between Head and Hands Must be the Heart, un álbum de título eterno que ha devuelto a más de uno la confianza en el conjunto. En él centrarían la mayor parte de su repertorio inicial, sonando poderosos y provocando pogo tras pogo entre los asistentes.
En estos primeros momentos optaron por colar su incendiaria “Propaganda”, metiéndole chicha al asunto y dejando la sala entera botando sin remisión. Acto seguido proseguirían con cortes de nuevo cuño, aplicando un trasiego constante y ascendente en perfecta progresión machacante. Los cortes eran llevados en volandas por el señor Eloy Casagrande que asombraba detrás de su batería y un Derrick Green que cumplía con el papel que tenía asignado. Los veteranos por su parte dibujarían dos estampas radicalmente opuestas, la de Andreas Kisser gloriosa y desafiante, como si el tiempo le hubiese mantenido inmaculado, acentuando aún más la sensación de tedio y desgana que sugería su compadre Paulo Jr.
Metidos como estábamos en harina, mientras tratábamos de chocar sin destrozar la cámara de fotos en el proceso, devolviendo con rabia la intensidad que caía desde el escenario, pudimos apreciar como los clásicos riffs del conjunto -chirriantes y personales- iban haciendo que todo aquello nos arrastrase por momentos. El carnaval se tornaba tribal y “Dusted” anticipaba lo que nos restaba por sudar, el impulso se detendría un segundo, justo después de recordar el “Desperate Cry” y honrar al Chaos AD con “The Hunt”. Se remarcaría entonces el final del primer tramo del bolo, atacando el “Da Lama ao Caos” con Andreas a las voces y Derrick como percusionista invitado.
Entrabamos en la parte noble del sarao, aquí no se iban a permitir concesiones a la nueva era y tan solo se dispensarían los temas archiconocidos que la banda grabó hace muchos años con el mayor de los Cavalera. Las canciones que la mayoría esperaban caerían sucesivos y fulminantes, perfectamente reservados para convertir lo que restaba en una batalla campal. Nos plantearíamos en esos postreros momentos el papel del inmenso frontman que teníamos ante nosotros, no por el hecho de que estuviese quedando en evidencia, sino porque nos acordábamos del que en su día grabase su alma en los surcos que escuchábamos. Era divertido en cualquier caso, cerrar los ojos y dejarse ir, olvidarse por un rato de la diferencia de registros que siempre ha originado odiosas comparaciones.
La catarata de clásicos sería tan demoledora que no dispondríamos de suficiente tiempo como para conjeturar como es debido, ante nosotros saldrían enfilados “Inner Self”, “Territory”, “Refuse/Resist” y “Arise, demasiada tela como para que no se armase la de San Quintin en medio de la sala Totem. El apocalíptico tramo descrito dejaría nuestro alrededor arrasado y visto para sentencia, con el sudor apostado en cada esquina y la gratitud dibujada en los rostros de los participantes. Quedaban dos últimas pruebas para concluir con la yincana carnavalera, los dos pelotazos que todo el mundo recuerda de primeras cuando le mencionan el Roots. De esta manera nos sirvieron a los postres el “Ratamahatta” y las consabidas raíces sangrantes, finalizando a lo grande, metidos en nuestra propia película selvática, sin capoeira con la que poder adornar los ritmos que nos lanzaban, pero felices de haber llegado hasta allí siguiendo la estela de la Sepultura.
Crónica y fotos por Unai Endemaño













































No hay comentarios: