El
hecho de que la energía ni se crea ni se destruya, resulta evidente
cuando uno tiene a dos palmos a alguien tan vigoroso como Michael
Monroe. La energía tan solo cambia de forma, a veces transformándose
en contoneos, a veces en saltos y las menos, en desfases como los
que es capaz de currarse el rubio cantante que protagoniza esta
crónica. La actuación que aquí nos ocupa, por tanto, sirvió para
que pudiésemos ratificar una vez más el primer principio de la
termodinámica, sin necesidad de segundas oportunidades que la
refrendasen.
Antes
de poner teoremas sobre la mesa, cabe dedicar adjetivos sobre la
excelente banda local que abría aquel día. Los Hightlights
de Arrigorriaga serían los encargados
del teloneo pertinente, restregando su convincente Hard Rock por
todos los rincones de la Sonora, mientras presentaban en sociedad
algunos de los temas que se incluirán en su primer trabajo.
Tuvimos
ocasión de llegar antes de tiempo y ver como aun andaban probando
sonido, regalándonos una cover del "Shoot Shoot" de UFO a
modo de propina. Comenzarían fríos y sin que la voz se escuchase
en absoluto, desluciendo el considerable volumen que restallaba desde
los altavoces. Remontarían con celeridad en cualquier caso, al poco
que iban sintiéndose cómodos sobre las tablas de la Sonora.
La
suerte les jugaría una mala pasada de nuevo, cuando andaban en
franca progresión ascendente, forzándoles a cambiar una de las
guitarras de improviso. A partir de ese momento, les salió la casta
y cuajaron sus mejores minutos de la velada, recomponiéndose
perfectamente ante la noche torcida con que se habían topado.
Terminarían pletóricos en cualquier caso, desoyendo al karma que
parecía haber pretendido jugársela y con una fenomenal versión
del "Son Como Hormigas", levantando unos pocos puños entre
los presentes.
La
espera dispuesta para cambiar el backline sería la justa y
necesaria, dando tiempo a que entrase un poco más de gente en una
sala que seguía luciendo desangelada. Menos de ciento cincuenta
almas parecían haber acudido al reclamo de la estrella finesa.
Demasiados pocos sin duda, para el nombre que anunciaban los carteles
promocionales, insuficientes a todas luces, teniendo en cuenta la
deslumbrante carrera del señor que estaba a punto de encaramarse
sobre el tablao.
Lo
haría abanico en mano, despampanantemente eléctrico y con sus
enormes ojos saludándonos de manera juguetona. "Horns and
Halos" sería el primer corte esgrimido, a la velocidad exacta
que la versión de estudio lleva de serie, pero con el millón de
revoluciones extra que la banda imprimía sobre el escenario. Un
simple tema molón, se convertía en un bombazo preparado para
reventarnos en las mismas narices y por suerte, no disponíamos de
suficiente tiempo como para apartarnos.
Todo
parecía orquestado para que el impacto resultase intratable,
asentado sobre una formación de solidez contrastada, el rubiales de
Monroe campaba a sus anchas poniendo la guinda a cada segundo que
interpretaba. Su forma física era literalmente de otro planeta, con
cincuenta y un años, que parecían muchísimos menos, nos dejaba
alucinados mientras saltaba, corría y se lanzaba sobre la tarima
,con cada una de las piernas apuntando hacía esquinas opuestas .
Parecía un gimnasta entrenado, sobrado de glamour y con un saber
estar que solo otorgan los años y años de carretera.
Los
acompañantes merecerían un párrafo aparte, empezando por la pegada
martilleante de Karl Rockfist, el toque de malote newyorkino que
imprimía Steve Conte desde su esquina de guitarra estrella y la
pareja fulminante que formaban Sammi Yaffa y Rich Jones, este último
sin dejar de soltar patadas al aire de manera amenazante .Ninguno de
ellos ensombrecería un solo ápice la estelar presencia del ex
cantante de Hanoi Rocks de todos modos, ni siquiera su antiguo
compañero Sammi.
El
repertorio constataría también el estado de gracia del espigado
cantante, presentando casi en su totalidad el último trabajo y
dejando reservados sus clásicos añejos, para determinados momentos
puntuales. Era obvio por tanto, que no es Michael
Monroe de los que sobreviven gracias a
su pasado glorioso, esto le honra y le otorga una credibilidad con la
que la mayoría de músicos de su quinta sueñan en balde. Se
permitió de esta manera, mantener los momentos más coreables de la
actuación, suspendidos sobre éxitos recientes como “Ballad Of The
Lower East Side” o “Trick of the Wrist”, hasta que por fin
aparecería alguna cover de Hanoi en escena.
"Underwater
World" sería la primera, insuflando aires de tugurio con clase,
mientras que “Nothing´s Allright” nos recordaría toda la
gloria perdida de los Demolition 23. Las primeras filas en las
que habíamos trascurrido todo el concierto, se irían apretujando en
estos instantes estelares, con el público sabedor de que no restaban
demasiadas oportunidades para el desmelene. La última antes de los
bises, sería sin duda "Dead jail and Rock And Roll”, de
manera icónica y con nuestro protagonista saltando una y otra vez
desde la reluciente batería que gobernaba el centro del escenario.
Volvería al de poco
rato, enfundado en un chaleco blanco de cuero, para cascarse las
enormes “Hammersmith Palais” y “Malibu Beach Nightmare” y
cerrar de manera apresurada la comparecencia. El público había
recibido casi ochenta minutos inapelables, pero aun seguiría unos
cuantos más pidiendo el regreso de la estrella finesa. Tan poderoso
había sido, tan rotundo su mensaje e incendiaria su puesta en
escena, que había conseguido que todo trascurriese en un suspiro tan
solo. Como una cerilla que enciendes y cuando te quieres dar cuenta,
ya te está quemando los dedos. Así es el directo de Michael Monroe.
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