Se presentaba el
Beyond the Redshift, como una experiencia audio visual
destinada a los más intrépidos, con Cult Of Luna encabezando
y rigiendo cada centímetro y las bandas seleccionadas, tratando de
mostrar hasta donde se pueden estirar las posibilidades dentro del
Metal contemporáneo. Era algo así como un concierto especial de los
gigantes de Umea, aderezado por un ramillete de formaciones con
clarísimos nexos en común e incuestionable afinidad por las nuevas
posturas que marcan tendencia.
Para poder llegar
hasta semejante edén, decidí cogerme un avión con destino a
Londres en pleno diez de mayo- el mismo día en el que toda la
verbena iba a tener lugar- poniéndome a hilar metros y trenes
apresuradamente, hasta que por fin alcance las puertas del Forum en
Kentish Town. Tras esta primera aventura logística, accedí con
celeridad al recinto, me acredite sin problema alguno y me puse a
presenciar la suntuosa introducción que me había tocado en suerte.
Sobre el elegante
escenario del recinto, Mathieu Vandekerckhove comenzaba a
desplegar su inabarcable “Now and Forever”, ante los escasos
espectadores que iban llegando. La única pieza de media hora con la
que nos iba a obsequiar, envolvía de quietud la estancia, invitando
a la reflexión más franca que uno cabe imaginar. El Post Rock
eminentemente instrumental que proponía Syndrome, trufado de
trémolos y sombras que tomaban cuerpo, estaba únicamente iluminado
por las proyecciones proyectadas en pantalla gigante. Las imágenes
melancólicas se sucedían, acompañando a las melodías ambientales
que iban escorándose poco a poco hacía el noise sibarita.
Recordábamos a
Treha Sektori entonces y la manera en la que este había
precedido a Amenra, durante su recién terminada gira europea.
Concluíamos al poco, eclipsados por el cortometraje que acabábamos
de presenciar, sin llegar a dilucidar que fragmento de la iglesia de
Ra hubiésemos elegido para dar paso a los sumos sacerdotes. Ambas
opciones hubiesen quedado en un plano minúsculo, frente a lo que se
nos vendría encima. El mismísimo rodillo de los intratables jefes
de la parroquia, nada más y nada menos.
Habiendo
introducido hasta ese momento, tan solo pie y medio en lo que hasta
allí nos había hecho acercarnos, meteríamos la cabeza de golpe y
porrazo con “The Pain it is Shapeless We Are Your Shapeless Pain”.
Sería el instante desde el que Amenra, iniciarían su descenso hasta
los más oscuros resquicios que imaginarse uno pueda. No precisarían
para ello, de un guion que fuese a contradecir lo que realizaran hace
un mes en Erandio. Exhibirían el mismo hermetismo y similar
repertorio, consiguiendo el efecto buscado entre los asistentes. El
que no doblaba rodilla, se quedaba absorto ante la andanada de
desesperación que el conjunto proponía.
Aprovecharían
los enormes telones que Syndrome había utilizado, iluminándose
únicamente por las proyecciones que se mostraban, creando de esta
manera, una espectacular puesta en escena tan negra como una noche
sin luna. El hermoso Forum londinense, se tornaría entonces mazmorra
sin ventilación, deslumbrante en su propia negrura y cristalinamente
perfecta en lo que a trasmitir miserias se refería. Todo
permanecería envuelto durante la hora que el conjunto acabaría
interpretando, sin una sola alma que osase interrumpir la lección
que allí se fraguaba.
Clavarían un
repertorio extenso en el que volvería a sobresalir “Boden” y se
echaría en falta “A Mon Ame”. Las catedrales que majestuosamente
se proyectaban, aparecerían en sincronía total con lo que se
trasmitía, dando imagen de grandeza y gusto por lo elaborado. La
banda mientras tanto, se mostraría fiera, como un molinillo
imparable, certera en lo que tenía que contar y expeditiva en las
formas que se gastaba. Puede que si hubiesen tocado más arriba en el
cartel, muchos hubiesen dudado sobre quiénes eran los jefes de la
noche.
Después del
bolazo con el que nos habían obsequiado Amenra, comenzaba la
marcha militar sobre la que discurriría lo que restaba de festival.
De esta manera nos fuimos familiarizando con lo de ir de una sala a
otra aceleradamente, apurando los minutos para perdernos lo mínimo
posible, mientras pateábamos las calles de Londres con alegría y
presteza.
Accederíamos por
el Boston Music Room -donde estaban tocando Esben and the
Witch en ese momento- para llegar hasta la puerta desde la que
se podía entrar al tercer recinto que la organización había
dispuesto. Era el Dome, y en él se lo estaban llevando crudo
los belgas Abraham, una banda de la que solo llegaríamos por
desgracia, a los tres últimos cortes de su repertorio.
Nos daría tiempo
sin embargo, a hacernos una idea precisa de la tremebunda fiesta que
allí estaba teniendo lugar. Los suizos andaban desatados,
encaramándose sobre las pantallas frontales del escenario y
amedrentando de esta manera a todo el que daba dos pasos para
acercarse. En medio del frenesí que llevaban, el cantante Renzo
Especial se bajó de las tablas y le dio por berrearnos en la
oreja, a unos cuantos valientes que no nos habíamos apartado. Casi
nos dejan medio sordos, pero demostraron unas ganas de comerse el
mundo muy de agradecer.
Regresando al
Boston desde el Dome subterráneo, nos detendríamos unos minutos
frente a Esben y la Bruja, admirando el volumen que imprimían a su
Pop de pesadilla, rozando el Shoegaze ruidoso y noventero. Saldríamos
corriendo hacía el Forum una vez hubieron desenchufado,
percatándonos por el camino del poco tiempo que había dejado la
organización entre banda y banda. Si se pretendía ver a un conjunto
después de otro, resultaba imposible llegar para contemplar el
concierto integro. Ni siquiera recurriendo a la teletransportación
que aparecía en Star trek, hubiésemos llegado con margen
suficiente.
De esta manera
atropellada alcanzaríamos el Forum de nuevo, a los pocos minutos de
que Jesu hubiesen comenzado con su serenata. Andaban atronando
los de Justin K. Broadrick, imponiendo su Drone marcial y
melancólico, sobre todo el que tenía a bien poner la oreja,
desacelerando los tiempos mientras untaban las paredes con
distorsión. Admiraríamos algún que otro corte de los primeros
tiempos del conjunto, como “Conqueror” o “Silver”, al tiempo
que comprobábamos como el líder de Godflesh, no estaba teniendo
buenas sensaciones aquella noche. No paraba de pedir a la mesa que le
ajustasen las voces y parecía verdaderamente molesto, por cómo
estaba cuadrando la comparecencia.
Nosotros nos
dejaríamos seducir un buen trecho, por los ambientes sobrecargados
que provenían desde el escenario, tratando de perdernos entre las
imágenes que proyectaba el enorme telón del fondo y los pasajes
industriales dispuestos. En pocos instantes conseguiríamos empatizar
con lo que se nos estaba ofertando, sin embargo, permaneciendo
lejanos al torrente Shoegaze acompasado y comenzando con presteza el
camino hacía el siguiente destino de la noche.
The Old Wind
serían los que nos esperarían al final de otro paseo por las
calles londinenses. La banda que se ha montado Tomas Hallbom
-cantante de Breach y de las primeras encarnaciones de The Ocean-
dominaba el Boston Music Room a su antojo cuando aterrizábamos,
desplegando su mastodóntico Post Metal ante un número relevante de
aficionados. Entre sus filas destacaba Robin Staps, más conocido por
ser el líder absoluto de The Ocean y figura clave dentro del estilo.
Con él a una esquina y el señor Hallborn dejándose los higadillos
desde el centro de las tablas, la banda presentaba una puesta en
escena demoledora y convincente, absolutamente a prueba de balas.
Desplegarían
casi todo su primer trabajo y zanjarían con el tema que han editado
este año, a medias con Terra Tenebrosa, todo ello con una
rotundidad y contundencia inapelables. Acabarían siendo otro de
los momentos cruciales de la jornada, por el empaque que trasmitían,
la violencia con que se emplearon y lo redonda que les acabo quedando
la hora larga de que dispusieron. “Como molaría volver a verlos
pronto”, era todo lo que teníamos en la cabeza, mientras volvíamos
a cruzar el camino que separaba el Boston Music Room, con el Forum.
Llegaríamos esta
vez un poco más tarde de lo que debíamos, habiendo volado las tres
primeras piezas que God Is an Astronaut habían dispuesto.
Perderíamos de esta manera, también, la opción de acceder al foso
para poder tirarles fotos decentes. Finalmente el ritmo maratoniano
que habíamos estado manteniendo durante todo el día, nos pasaba
factura a la hora de ajustar los tiempos y nos forzaba a bajar el
pistón por un rato. De esta manera nos tomaríamos la actuación de
los irlandeses con más calma de lo esperado, disfrutando desde
cierta distancia del característico Post Rock que practican.
Admiraríamos el
buen hacer del conjunto, sin que nos diese por apretujarnos entre los
aficionados que iban copando el hermoso recinto, mientras tratábamos
de distinguir alguno de los cortes que iban cayendo. “Calistoga”,
“Reverse World”, “Fragile” o “Transmissions”, fueron
algunos de los que nuestra memoria nos indica que acudieron a la
cita. Gran abundancia de cortes del Origins, con sus voces
robóticas incluidas en directo y una nutrida representación del
“All is Violent” poniendo la guinda. De este último rescatarían
“Fire Flies and Empty Skies”, para concluir su pulida
comparecencia e indicarnos una vez más, el camino hacia las aceras
de Londres.
En el Boston
Music Room aguardaban los ingleses Bossk, otra formación
complicada de ver por estos lares, que estábamos deseando
presenciar. Les alcanzaríamos a medio terminar su “Define”,
cuando aún no se habían consumido los puñados de incienso que
habían preparado para el viaje. Los de Ashford andaban invocando lo
etéreo de su discurso, haciendo buenas las enseñanzas de Isis, los
devaneos fumetas de Sleep y el Sludge atmosférico de los mismísimos
Cult of Luna.
Colocarían en el
centro de su actuación su último “Pick Up Artist” y presentaron
un tema nuevo, corto y marcadamente Stoner. Concluirían sin que nos
hubiese dado tiempo a apearnos del globo, con su mayestática
“Truth”, colmando nuestras expectativas de manera elegante.
Encerrarían en tan solo una hora, algunos de los instantes más
bellos que escondía el Beyond The Redshift festival.
Llegados hasta
aquí hicimos un breve balance de cómo habían ido las cosas hasta
ese punto, en lo que nos dábamos el paseo de rigor hasta el Forum.
Entonces y no antes, nos percatamos de que no habíamos comido nada
desde hacía muchas horas, ensimismados como estábamos por la ruleta
imparable de conciertos que estábamos atravesando. De esta manera
decidimos dar una oportunidad al buffet vegetariano que habían
dispuesto los Cult of Luna para el evento, Otra muestras más del
mimo con que los de Umea habían organizado toda la cita, que nos
descubrió un fabuloso plato japonés llamado Kabocha Katsu.
Pasaríamos unos
minutos haciendo la digestión con God Seed y su Black Metal
marcadamente épico. Serían pocos los que se arremolinaran frente a
los ex Gorgoroth, sin duda por lo poco que pegaban en el conjunto del
festival. Estilísticamente jugaban fuera de casa los de Gaahl y eso
se notaba entre la audiencia. Se marcarían una convincente
presentación en cualquier caso, sin desmerecer en ningún momento su
iracundo legado y poniendo la nota exótica entre tanto Metal
intelectualoide, como allí se presentaba.
Tendríamos aun
fuerzas para un último paseo entre el Forum y el Boston Music Room,
un último esfuerzo antes de que los cabezas de cartel apareciesen.
La excusa serían los Amplifier de Sel Balamir, quienes
comandaban el segundo recinto de manera sugerente y profesional. Nos
llamaría la atención el tirón que los de Manchester tenían por
aquellos andurriales, mientras nos acordábamos de la última vez que
los habíamos presenciado en una sala Azkena, con cuatro y el del
tambor.
Habiendo zanjado
el trámite que restaba, Cult of Luna eran los que aguardaban
a modo de colofón absoluto. Los de Umea saltaron sobre las tablas
del Forum con “The Sweep” haciéndoles la previa y “Light
Chaser” dispuesta para ir metiéndonos en harina. El verdadero
arranque como tal se viviría con “I:The Weapon”, el
indestructible corte con el que Vertikal se presentaba, ya
convertido en un clásico del Sludge universal.
Saldríamos del
foso por desgracia, justo en el instante en el que Claes Rydberg
se unía a sus viejos compañeros de fatigas, perdiéndonos la
oportunidad de inmortalizar el regreso del hijo prodigo, en óptimas
condiciones. Con él en escena el conjunto tomaría la directa y
recordaría sus mejores momentos, esos en los que se encumbró como
banda de referencia de todo un estilo. Atacarían “Ghost Trail”
como si nunca la hubiesen dejado de tocar en directo, con Claes
haciéndose con el centro del escenario y Gaahl de Good Seed,
ayudando a imprimir brutalidad en el tramo final.
“The
Watchtower” y “Beyond Fate” nos devolvían a los primeros
tiempos de la banda, sonando como una orquesta intratable, que
exudaba Hardcore por sus venas. Alcanzaríamos el reino eterno de
esta manera, con todo el poso Doom que encerraba y nos dejaríamos
mecer por los ecos de Salvation, que se acumulaban a lo largo
de “Vague Illusions”. Sería finalmente “Dark City, Dead Man”,
la que acabaría reluciendo poco antes de llegar a la parte final,
como síntesis perfecta de todo lo expuesto, a través de sus quince
minutos de caleidoscópica belleza.
El ambiente se
cargaría más aun en lo sucesivo, fumándonos “Passing Through”
a caladas diminutas, disfrutando mientras el absorbente ritmillo iba
entrando y saliendo de nuestros corazones. El concierto, el festival
de hecho, estaba sentenciado sin embargo, solo restaban un par de
regalos con los que partir hacía España. El primero “In Awe Of”,
a modo de nuevo clásico irredento, elevando los ritmos y permitiendo
a Johannes apuntar un ciento de veces con su guitarra hacia el cielo.
El segundo sería “Leave Me Here”, enlazando con sabiduría los
tiempos y otorgando galones al corte más celebrado por los allí
presentes. Supondría una perfecta manera de concluir con un día
inolvidable, entre las aceras de Londres y los ecos de la luna
creciente.
Crónica y fotos por Unai Endemaño.
Crónica y fotos por Unai Endemaño.
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