La de Melechesh
era una fecha a la que tenía miedo desde hacía tiempo. Miedo a que
la parroquia no respondiese y a que terminásemos siendo cuatro
gatos, los que apareciésemos por la Sonora de Erandio, el viernes
quince de mayo. Por fortuna la gente acudió, en ningún caso
llenando la sala, pero al menos permitiendo que la cita no resultase
tan ridículamente privada, como podía haber sido.
Comenzaría de
manera tempranera la sesión de Metal Extremo, con los Embryo
despeinando a los afortunados que iban agregándose al sarao.
Desgraciadamente solo podríamos escuchar el último tema que los
italianos lanzaban sobre Erandio, por andar entretenidos
entrevistando a Asmedi Melechesh en el autobús de gira. Los que
pudieron catarlos debidamente, no trasmitieron queja alguna, una vez
nos fue posible coger posiciones en el interior del recinto.
De cabo a rabo
presenciaríamos la primera incursión de Tribulation sobre
tierras vascas, una formación que nos había dejado expectantes con
su último trabajo, y que demostraría el espectacular futuro que
ostenta. Su sonido seguiría siendo tan inclasificable, como
deslumbrante resultaría su puesta en escena, con sus guitarras
esgrimiendo siniestras muecas, en lo que no paraban de contorsionarse
de manera diabólica.
Presentarían de
manera encendida el mencionado Children of the Night, prendiendo
incienso poco antes de comenzar, envolviendo la Sonora en Death,
Black y humos de otros tiempos. Brillarían sus tiempos "progresivos"
y su imaginería heredada de Celtic Frost, sus amenazantes riffs que
podían haber sido firmados por Mercyful Fate y sobre todo, la
bestial entrega con la que no dejarían de empujar hasta que se
despidieron. De no ser por Melechesh, hubiesen sido los rotundos
triunfadores de la noche.
Empequeñecidos
por el torbellino que acabábamos de contemplar, aparecerían Keep
of Kalessin sobre las tablas Erandiotarras, luciendo bastante
menos espectaculares de lo que hubiesen oficiado en circunstancias
normales. Su Black Metal técnico sería gratamente recibido por los
allí presentes, en cualquier caso, aunque en ningún momento
consiguiese hacernos olvidar el repaso que Tribulation acababan de
infringirnos. Lo de estos tres noruegos sería mucho más medido y
calculado, sin la pasión que habían demostrado los suecos, aunque
con oficio más que de sobra como para salir indemnes.
Invocarían la
épica de sus últimos trabajos, basando casi todo su repertorio en
sus recientes Epistemology y Reptilian, mientras
trataban de hacer justicia a lo grabado, apoyándose sobre un porrón
de pistas pregrabadas. Esta sin duda sería la mayor pega que
podríamos acabar achacándoles, esa y la excesiva frialdad que por
momentos parecían trasmitirnos desde el escenario. Nos quedaríamos
con los molinetes salvajes que se marcaron en lo que clavaban “Dark
Divinity”o “Ascendant”
El humo y el
calor que se habían disipado con la actuación noruega, volvería a
recalar en la Sonora de la mano de los cabezas de cartel de la noche.
Los Melechesh comenzarían incendiarios, disparando bruma roja desde
los costados del escenario, al tiempo que los primeros compases del
Enki restallaban desde los altavoces. Bajo y guitarra aparecerían
como nómadas del desierto, dejando ver tan solo sus ojos mientras
arrancaban la brutal ceremonia de Metal mesopotámico.
Se despojarían
de sus vistosos ropajes, poco antes de recordar por primera vez el
Emmisaries a lomos de "Ladders to Sumeria",
imbuidos cada uno en sus instrumentos y sin parar de repartir estopa
sobre los presentes. El embrujo de oriente medio se apoderaría de la
sala y la emoción se volvería salvaje en lo que alcanzábamos el
clímax estilístico, al poco de haber comenzado.
Así sería
arrojada sobre nosotros "Grand Gathas Of Baal Sin", como si
de una apisonadora dentada se tratase, mordiendo y aplastando a todos
los que tratábamos de seguir el ritmo con nuestras melenas, al
tiempo que provocaba las primeras danzas del vientre entre las
féminas que asomaban por las primeras filas. La mescolanza sumerio-
metálica se representaría de manera cristalina de esta manera, en
lo que contemplábamos a bailarinas meneando el ombligo a ritmo de
doble bombo galopante y a una banda trasmitiendo el embrujo de
tierras lejanas.
El ritmo no
cesaría en ningún instante, sin bises que entorpeciesen la
frecuencia, ni parones que detuviesen la poderosa cabalgata.
Melechesh pasarían sobre Erandio con una rotundidad innegable,
derrochando entrega durante una hora larga de Black Metal oriental.
Se despedirían sin dar opción a que reclamásemos nuevos cortes,
con la magnificencia de “Rebirth of the Nemesis” dejándonos
extasiados, pasados a cuchillos por la ígnea ceremonia que Ashmedi
había dispuesto, para dar comienzo a su gira española.
Crónica y fotos por Unai Endemaño.
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