A punto de emular
la mítica portada del Morning After, acabamos el domingo
después del bolo de los cerveceros de Frankfurt. Sobrepasados por el
aluvión de cerveza que nos invitaron a ingerir los creadores del
Chemical Invasion, sin duda muchas más de las que dictan las
buenas costumbres, pero bastante menos de la que a buen seguro acabó
trincándose, el carismático frontman de la formación germana.
De esta manera
tan informal, por tanto, encararíamos la comparecencia etílica,
sabedores de que aquello discurriría por los derroteros habituales
que manejan los Tankard. Trazos gruesos para el sonido, escasa
precisión y toneladas de actitud juerguista. Verdadero espíritu
punki reconducido sobre las líneas maestras del Thrash metal teutón
ochentero.
No sería una
noche para grandes demostraciones de estilo, con la fiesta como
argumento sobre el que poner todo a girar y el publico eminentemente
animado desde los primeros compases de la velada. Así recibiríamos
a los catalanes Crisix, recién aterrizados sobre una Santana
que lucia vistosa y en la que se respiraba el tradicional buen
ambiente de las mejores citas.
La puesta en
escena de los thrashers catalanes sería impactante, tan eléctrica
como suelen acostumbrar y con un par de flamantes telones en los que
se leía "RIse" y "Rest" flanqueándoles.
Imprimirían desde sus primeros minutos toda la velocidad que fueron
capaces, fieles a su vertiginosa propuesta, conectando de maravilla
con el sentir general del evento, mientras ejemplificaban eso del
Ultra Fucking Thrash, sobre tierras bilbaínas.
Siendo como son
un conjunto que ha actuado en numerosas ocasiones por estos
andurriales, no se esperaban demasiadas sorpresas para esta fecha
concreta. Ninguno de sus habituales golpes de efecto, sería pasado
por alto de esta manera, ni el de intercambiarse los instrumentos, ni
el de lanzar un globo en medio del wall of death pertinente. Puro
efectismo mosher el de Crisix.
Dejarían un
regusto agridulce a causa del pobre sonido con el que les permitieron
oficiar, excesivamente limitado por la diferencia de galones entre
ellos y los cabezas de cartel que estaban por llegar. Se mostrarían
divertidos en cualquier caso, absolutamente capaces de comenzar la
verbena que teníamos concertada.
Todo cogería
otro brío una vez los Tankard se hubieron subido sobre las
tablas. El volumen se tornaría severo al tiempo que los jefes de
filas irían desgranando sus etílicas tonadillas. Gerre se haría el
amo y señor del escenario bilbaíno, deambulando de una esquina a
otra con su habitual estilo desgarbado, en lo que animaba a sus
seguidores con un buen rollo absoluto.
Sobre la Santana
se irían alternando pelotazos recientes como "Need Money for
Beer" o "Fooled By Your Guts", con clásicos absolutos
como "The Morning After" o "Zombie Attack",
constatando la mínima evolución que han desarrollado Tankard a lo
largo de sus treinta años de carrera. Un inmovilismo estilístico
que sin duda les ha reportado una base de aficionados solida y
duradera.
Este dato nos
haría reflexionar sobre el terreno, en lo que contemplábamos lo
sencillo que despachaban los de Frankfurt. Observaríamos como su
empuje era la base sobre la que toda la actuación se sustentaba, sin
alarde alguno para la galería, ni postureo con el que ir armonizando
la experiencia. A piñón fijo y fieles a sus directrices, sería
como irían metiéndose a la parroquia en el bolsillo. Montando
pogos, echando risas y creando ambiente festivo, llevarían la
actuación hasta el punto sin retorno en el que toda borrachera
resulta divertida.
Pilotarían con
soltura en lo que se auto-homenajeaban con “No One Day Dead”, y
aprovecharían para acordarse de las chavalas al tiempo que invocaban
su “Beauty and The Beast”. Gerre tendría tiempo para mostrar
unas cuantas veces más la panza, mientras alcanzaba “Rapid Fire”,
sobrevolando furibundamente sobre “Stay Thirsty” y desembocando
en plancha con “Rules For Fools”.
Rescatarían
entonces “Maniac Forces”, contándonos de esta manera uno de los
más divertidos capítulos del Thrash centroeuropeo de los ochenta.
Pasarían incluso sobre los oscuros noventa, para repasar como se
merece su brutal “MInds On The Moon”, posiblemente uno de los
temas más redondos que nunca hayan llegado a grabar estos señores.
Dejarían para
los últimos instantes del tramo central, la popular birra espacial,
y rematarían en la Santana al ritmo marcial que marcaba su “Chemical
Invasion”. Subieron en esos postreros momentos a una simpática
brasileira de nombre Rosinha, a quien Gerre trataría inútilmente de
camelar con sus curvilíneas maneras de seductor borrachuzo. Hasta en
esos menesteres los Tankard demostrarían que son auténticos
animales de garito.
Dejando a un lado
las lastimeras artes de seductor que nos presentaron, volvieron a la
palestra para invocar al “Alien” que protagonizaba una de sus más
famosas portadas. Así la verbena iría concluyendo, no sin que antes
Gerre volviese a dedicar una gracieta a otra moza de las primeras
filas. Se apoyaría en el chascarrillo, para presentar “A Girl
Called Cerveza” y dejar que todo terminase a lo grande al son de
“Empty Tankard”.
La borrachera
musical dejaría paso a la que nos habíamos ido infringiendo a base
de cervezas fresquitas. El ambiente continuaría siendo el de evento
por todo lo alto, con los músicos sacándose fotos con todos los que
lo requiriesen y con la priva corriendo alegremente entre los
presentes. Como suele pasar en estos casos, a la mañana siguiente
todo nos parecería un poco menos divertido, que como realmente lo
habíamos vivido.
Crónica y fotos by Unai Endemaño.
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