Domingo por la noche en Mungia, el
final de otro ingrato día invernal en el que el frio, el viento y la
lluvia, continúan arreciando en la calle con fuerza, dentro del
Oialde Aretoa mientras tanto, anda relajadamente Scott Kelly, uno de
los líderes de Neurosis nada más y nada menos, pero en formato
acústico y emotivo. Acompañándole están una pareja de músicos de
relumbrón, sin hacer mucho ruido ni exigir protagonismo hacia ellos,
pero dejando su impronta en cada detalle que les toca ejecutar.
Llegaríamos por desgracia con
dificultades hasta el Edén descrito, confundidos con la idea de que
el bolo iba a celebrarse en una sala situada en la otra punta del
pueblo. Afortunadamente nos topamos con un grupo de aficionados que
habían cometido el mismo error, y también tendrían que ponerse a
callejear para llegar hasta el recinto Oialde, les seguimos lo más
rápido que pudimos y por fin alcanzamos la sala, tarde pero la
alcanzamos.
Allí estaba Scott Kelly sobre el
suntuoso escenario escogido, bajo unas luces azules que no cambiarían
en la próxima hora, interpretando el corte que da nombre a su último
trabajo. “The Forgiven Ghost in Me” nos recibiría de esta
manera, constatando que habíamos llegado más tarde de lo que nos
temíamos, perdiéndonos todo el trabajo de los teloneros Noizean
Behin y llegando a los títulos de crédito del peliculón que allí
se proyectaba.
“Figures” y “The Field that
Surrounds Me” nos servirían como toma de contacto para lo que iban
a ofertar The Road Home, montañas de melancolía nos aguardaban.
Colocado junto a un sencillo atril disparaba Scott Kelly, moviéndose
con la misma quietud que sus propias piezas encierran y saboreando
cada estrofa con deleite. El sentir desértico se personaría en
Mungia con “The Sun is Dreaming in the the Soul”, al tiempo que
los dos “secundarios” iban adornando lo escrito con minimalismo
estudiado.
Atacaría con una versión de Roky
Erickson- el legendario líder de los 13th Floor Elevators-
tributando de esta manera a uno de los grandes músicos
estadounidenses, absolutamente infravalorado lejos de sus fronteras.
Así se casco un “I Am”, que fue de lo más rockero y rocoso que
íbamos a toparnos aquella noche. Sin tanta psicodelia folclórica de
por medio, sacaría de paseo “Eternal Midnight”, asegurando que
si podíamos con ella fuésemos hasta el merchand a comprar el
single.
El infierno pidió paso entonces,
una vez que Noah Landis se colgó un arco de violín de la muñeca y
se puso a rasgar su guitarra, el momento adecuado habría llegado.
“We Let The Hell Come” evidenciaría los enormes abismos que el
señor Kelly trasmite pausadamente, apoyándose tan solo en la
entonación y en su hiriente voz de crooner. “Saturn´s Eye” fue
ejecutada acto seguido, después de pronunciarse sobre lo bello que
era nuestro país, y con la slide de Dale dotando de color al poema
que sonaba, la interpretación similar a como era recogido en el
The Wake.
Dos temas restarían tan solo, el
primero el más especial que nunca haya grabado Scott Kelly a tenor
de lo que nos contaba mientras lo presentaba. “We Burn Through the
Night” se convertiría de esta manera, en el sentido homenaje del
artista para con su familia y de paso para con los que allí nos
encontrábamos. Fue el momento más luminoso de la noche, donde se le
vio más embelesado con sus propias palabras y emocionado con el aura
que iba coloreando. Le quedaría “A Spirit Redeemed in the Sun”
para finalizar de manera silvestre, dando por concluido el paseo por
sus bucólicas cascadas emocionales. Desenchufarían, recogerían
ellos mismos sus bártulos y conversarían con todo aquel que se
acercase, nosotros volveríamos a la fría noche que habíamos
esquivado hacía un rato.
Crónica y fotos por Unai Endemaño.
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