Hacía mucho tiempo que esperábamos
algunos, el buen hacer de Grand Magus sobre nuestras tierras.
Llevando como llevan, desde finales del siglo pasado partiendo la
pana, se nos hacía raro que aún no hubiesen montado una gira como
dios manda por estos lares, hasta que por fin, en pleno 2014, la
deuda que mantenían con la península ha sido saldada con creces.
Con cuatro fechas nada más y nada menos, los suecos parece que han
comenzado a ganarse el corazoncito de los espectadores patrios.
Nosotros tendríamos la oportunidad
de disfrutarlos en la sala Sonora de Erandio, un recinto al que
algunos ya consideramos un segundo hogar, debido a las innumerables
giras que tiene a bien programar y al fantástico trato con que
siempre nos ha recibido. No presentaría por desgracia, la entrada
que iba a merecer la cita, reuniendo a menos de ciento cincuenta
metalheads, en lo que desde lejos se asemejaba más a un bolo entre
semana, que a la fiesta metálica que estaba por fraguarse.
Da la impresión de que la vieja
guardia no ha sintonizado aun con los de JB, a pesar de que pocos
como ellos practiquen Heavy clásico con semejante nivel. Resulta
preocupante comprobar como al tiempo que las vacas sagradas del
género revientan pabellones, las bandas que hoy en día viven sus
mejores años, no consiguen reunir doscientas personas un viernes por
la noche. Los grandes nombres que reinaban hace medio lustro, son por
los que la gente se sigue dando de tortas a la hora de pillar
entradas y por el camino, haciendo todo el ruido que les van dejando,
quedan enormes bandas como la que aquí nos ocupa.
Antes de la aparición de los de
Estocolmo, procedieron a telonear los españoles Olvido, un
conjunto que por desgracia, acabaría invocando a su propio nombre
poco después de concluida la actuación. Ejecutarían una variopinta
selección de cortes, mezclando aires folk enlatados, una voz
tratando de emular a Enrique Bumbury, teclados pregrabados por
doquier y un sentido del ritmo, cuanto menos, discutible. Sus minutos
darían para incluir una balada en la que el cantante apuntaba al
cielo de manera previsible y las frases lapidarias se sucedían una
tras otra. No les vimos preparados para una cita de tanta enjundia,
como la que allí se celebraba y esperamos encontrarles más
entonados en sucesivas comparecencias.
La banda sonora de Conan el Bárbaro
nos indicaba que el momento había llegado. De manera épica y
gloriosa, el power trio tomaba el escenario, al tiempo que atronaba
la inmortal partitura dedicada a quien conocía el secreto del acero.
Pocas introducciones son tan representativas como esta, pocas tan
abrumadoramente heavys en el sentido más purista del término. Un
instante después tan solo, los Grand Magus nos demostrarían como
ellos también sabían cómo desentrañar el enigma del acero.
Se pondrían a ello sin dilación ni
tontería, comenzando intratables a lomos de “I, The Jury”,
ayudados por un volumen que despeinaba y un público absolutamente
entregado. Mostrarían su “Sword of The Ocean” al trote
cochinero, mientras los cuellos trataban de seguir el ritmo. Todo era
jodidamente metálico y divertido, como si hubiéramos retrocedido
hasta la gira del “Into The Glory Ride” y el Metal gobernase el
mundo de nuevo.
Se pusieron a presentar su último
trabajo, empezando con “On Hooves Of Gold”. Invirtiendo minutos
sobre los machacantes tiempos de tan ceremonioso corte y sonando tan
épicos como les era posible, sin caer en ningún momento en lo
casposo, ni acercarse jamás hasta lo histriónico.
El espíritu indómito les asomaba
cuando entonaban “Ravens Guide Our Way” y la herencia de Saxon y
Judas, se mostraba perfectamente asimilada cuando atacaban “The
Shadow Knows”. Era una ceremonia digna del mejor chaleco cargado de
parches, de garimbas al aire y headbanging inmisericorde, un
verdadero concierto de Heavy Metal redondo, en definitiva.
Volverían un par de veces más
hasta su celebérrimo “Iron Will”, exponiéndolo como obra
capital y aprovechando su pegada para tumbar a los pocos que aun
andaban de visita. “Like The Oar Strikes The Water” metería de
esta manera una marcha más, desembocando en un comedido solo de
batería, que solo sirvió para que JB y Fox tomasen un poco de aire.
Volverían al instante con “Steel Versus Steel”, para recordarnos
una vez más que los Magus se entienden a las mil maravillas con
Crom.
En esta parte del concierto se les
vio comunicativos, sabedores de que habían llegado al corazón del
pequeño villorrio que tocaba esa noche. De esta manera preguntaron
retóricamente, si sabíamos a donde nos gustaría ir a la hora de
morir, a lo que nos respondieron, sin esperar demasiado, con
“Valhalla Rising” para que pudiésemos sentirnos vikingos por un
rato.
Zanjarían el tramo central poco
después, impecables y estelares, con todo el “Iron Will” que
tuvieron a bien acumular y dejando el camino preparado para los
bises. De esta manera volverían, sin haber dado tiempo a que su
impacto se disipase un ápice, mentando al triunfo y al poder que les
habían hecho falta para llegar hasta allí. Aun les quedaría tiempo
para recordar su viejo “Kingslayer” de todos modos, siendo este
el último instante antes de que se entonase el “Hammer of the
North” en la Sonora. Un último mazazo que cerraría la actuación
con justicia, dejando a todos los presentes con ganas de más, pero
plenamente satisfechos por el espectáculo que acababan de
presenciar.
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