No
estamos aquí ante la clase de banda, con la que uno se imagina
pasando el sábado por la noche, eso está claro. El tipo de
desarrollos sobre los que edifican sus temas, God Is An Astronaut,
parecen entroncar más con domingos de resaca, que con guateques
noctívagos, o al menos, eso le viene a la cabeza a uno mientras
escucha sus discos. En directo sin embargo, los irlandeses saben cómo
exprimir los puntos eufóricos de su propuesta.
En
esta ocasión se presentarían en la Sonora de Erandio sin sus
habituales proyecciones, desprovistos del particular impulso visual
que acostumbran a imprimir, con sus livianas melodías como único
sustento sobre el que mecerse. Así comenzaríamos tímidamente,
sumergiéndonos en los devaneos que iban prendiendo los comedidos
músicos, tranquilos y relajados mientras las teclas tomaban el
protagonismo de la velada.
Rápidamente
esgrimirían el “Reverse World” de su último Origins,
constatando lo bien que iba a sonar la fórmula de los astronautas,
presentando brevemente su creación más reciente, hasta que el All
ls Violent tomara el protagonismo que merece. Interpretarían la
suntuosa “Fragile”, la delicada “Forever Lost” y la
trepidante “Fire Flies and Empty Skies”, mostrando de esta
manera, tres caras de un mismo álbum inolvidable.
No
se olvidarían de presentar un par de nuevos cortes de su inminente
Helios / Erebus, bastante movidas y sin tanta voz robótica como
llevaban facturando últimamente. La gente las disfrutaría casi
tanto como cuando lucían clásicos del estilo de “End Of The
Beginning” o “From Dust to Beyond”, sin que pareciese que
hubiesen trascurrido quince años entre unos cortes y otros, fieles a
su ecuación infalible de crescendos con fundamento.
Se
mostrarían poderosos en los momentos álgidos, con su teclista /
guitarrista Jamie Dean bajándose a las primeras filas, animando al
respetable y agitando greñas como si estuviese interpretando Thrash
Metal iracundo. Post Rock de primera división seria sin embargo lo
que los altavoces continuarían proclamando, la clase de canciones
diseñadas para la evasión absoluta, para la ensoñación
recurrente, para la verdadera inmersión planeadora.
Recorreríamos
luminosos pasillos de esta manera, de manera semejante a como
traspasaba los años luz la nave de 2001, con los ojos bien abiertos
y el corazón botando rumboso. La banda tendría tiempo para bromear
sobre el combate de Mayweather y Pacquiao, en lo que lo atmosférico
nos daba un pequeño respiro. Terminaríamos con la estrella suicida
que brillaba desde su violenta obra maestra, emocionados y
encendidos, encandilados por el irresistible empuje que desprendían
estos irlandeses astronautas.
Crónica y fotos por Unai Endemaño.
No hay comentarios:
Publicar un comentario