El mero hecho de que la gira de turno
tenga a un grupo que admiras como protagonista, no implica que la
sala vaya a presentar una entrada digna. De si te tomas mejor o peor
esta circunstancia, acabara dependiendo tu impresión una vez que las
luces tengan que encenderse. Con resignación y asumiendo que a la
ciudad en la que resides cada día se le pueden ofrecer menos ofertas
culturales, es como yo tuve que contemplar la primera- y posiblemente
última- visita de Orphaned Land como cabezas de cartel por
nuestros andurriales.
La Rockstar bilbaína nos recibiría
con puntualidad en cualquier caso, dispuesta para albergar una
elegante exhibición de Metal folclórico. Oriente medio dibujado en
una banda de Palestina y otra de Israel, con un par de conjuntos de
la vecina Francia poniéndole el toque europeo a la noche. Las
distancias entre los conjuntos teloneros y el que venía presentando
All Is One serían sencillamente escandalosas, sin
embargo, imposible sería debido a esto poder hacer consideraciones
que englobasen a las cuatro formaciones. Por una parte hubo un
entretenido concierto de bandas menores, por el otro un magno
espectáculo que justificaba cada euro que costaba la entrada.
El entretenimiento mencionado
comenzaría con The Mars Chronicles tratando de ponerle color
al desangelado recinto en el que habían caído. Suya fue la primera
media hora de prolegómenos, a golpes de Metal Progresivo
correctamente facturado, pero sin nada que les hiciese merecer un
hueco en la memoria a largo plazo. Contaron con menos de veinte
personas haciendo bulto frente a ellos, por lo que se podría
asegurar que no tuvieron que afrontar una excesiva presión sobre los
hombros, aquello se asemejaba más a una banda probando repertorio
que a un verdadero concierto.
Tuvieron la ocurrencia de ponerse de
acuerdo para lucir unas impactantes lentillas negras similares a las
que se hubiese colocado un imitador de Riddick cualquiera, con ello
homenajearon a la película de la que han tomado el nombre. En el
apartado musical sorprendieron muchísimo menos, desplegando unos
cortes que alternaban guiños a Dream Theater, Fates Warning y
similares, con algún que otro momento en el que plasmaban instantes
algo más contemporáneos. Flojos en cualquier caso a pesar de lo
empastadas que sonaban sus piezas, sin proponer nada que no hubiese
sido propuesto mil veces antes y salvables únicamente en condiciones
como las que aquí se relatan.
Los siguientes en probar fortuna
fueron los también franceses Klone, otra formación de
potencial cuestionable que se subía sobre las tablas de las Rockstar
bilbaína, haciendo que nuestras ansias por que llegasen los cabezas
de cartel apuntasen hacía el in crescendo. Las mejoras sobre sus
antecesores de todos modos debieran ser tenidas en cuenta, ya que lo
que nos ofertaban era marcadamente menos vulgar. Mostraron para ello
otra faceta del metal progresivo, una destinada a culos inquietos y
gusto por las tendencias alternativas. Disfrutaron de poderosas
guitarras etéreas que no encontrarían un digno contrapunto en el
cantante de la formación, demasiado plano para lo que se pretendía
llevar a cabo, aunque dejaron algún instante de impecable factura.
El tercer entrante que iban a
ponernos delante, abandonando por esta vez la cocina francesa
moderna, vendría desde la lejana Palestina y llevaría el nombre de
Khalas. Presentándose con el apelativo de Arabic Rock
Orquestra imaginábamos que iban a subirse a la tarima un número
indeterminado de músicos, cuatro fueron tan solo los que acabaron
apareciendo, suficientes como para que nos hiciésemos una idea de lo
que planteaban. Folklore propio de Oriente Medio por un tubo
entretejido en cortes de Rock más o menos afortunado, tan sencillo
como eso. La fórmula en ocasiones les quedaba más resultona que en
otras y la originalidad de su propuesta era la mejor excusa con que
contaban para ir sumando puntos. No es que fuesen nada del otro
jueves, pero lo inusual de su sonido nos hacía mantener la atención
y dejarnos ir al son que marcaban sus exóticos tiempos. Fueron un
buen prologo para lo que allí se nos iba a contar, más por las
connotaciones que implicaba su procedencia que por lo que realmente
nos ofrecerían con sus canciones de tierras lejanas.
Poco después
de que la pequeña orquesta palestina hubiese enfilado hacia
camerinos, Orphaned Land escenificaban como nadie su idílica
visión sobre el conflicto que se vive en su tierra, haciendo que no
fuese relevante el país del que cada banda provenía cuando en
cualquier otro momento parecido lo hubiese sido. Comenzaban con
“Through Fire and Water” sirviendo para que cada músico fuese
ocupando su hueco en la Rockstar, estando el centro reservado para
Kodi quien nos presentaría con los pies descalzos, la fulgurante
épica de “All is One”. El tema que pone nombre al último opus
de los israelís fue el primer instante en el que la sala comenzó a
sentir la harmonía que habíamos ido buscando, solo inenarrable de
Yossi, brazos en alto y los inevitables pregrabados vendrían
incluidos por el mismo precio .
El pilón de sonoridades exóticas
que encierran los cortes de Orphaned Land es difícil de reproducir
en directo sin ayuda, sensato fue por tanto que redujeran al mínimo
las partes que tenían que haber sido cantadas por féminas, e
incidieran sobre el lado más robusto de su sonido. Lo más
folclórico con lo que contaban era la inimitable Bouzoukitara de
Yossi- mitad Bouzouki acústico, mitad guitarra eléctrica- con la
que el simpático músico ponía sus dedos a bailar sin descanso,
suyos serían los instantes más señalados en lo concerniente a las
individualidades. El conjunto sin embargo sonaba poderoso cuando
golpeaban como un único ariete, “Barakah” y “The Kiss of
Babylon” serían dos buenos ejemplos de ello, primero mostrando
tímidamente los guturales de Kori y remarcando la enorme
versatilidad de que disponen con la segunda.
La presentación del último redondo
seguía corriendo y le llegaría el turno a “Simple Man” para
abrir la puerta al lado más pausado de la formación. “Brother”
sería aquí el momento estelar con una sentida dedicatoria para sus
compañeros de gira y multitud de pelillos en punta entre los que
asistíamos al espectáculo. La cosa volvería a tomar el rumbo
inicial y “Birth of the Three” iba a encargarse de que
volviésemos a intentar tararear las particulares tonadillas de esta
gente, algunos imagino que lo conseguirían.
El ecuador se alcanzaría con la
étnica “Olat Ha´tamid”, poniéndonos a bailar como si beduinos
de un desierto ficticio nos hubiesen poseído, nos recolocaríamos un
momento después al dulce ritmo que “Let The Truce Be Known”
dejaba marcado, y romperíamos el educado orden que habíamos
mantenido durante toda la velada, una vez que “Sapari” era
descubierta. El mayor himno que la banda ostenta hasta la fecha sería
el que acabaría obrando el milagro de simular que la sala tenía una
entrada decente y que no éramos cuatro gatos los que ese martes nos
habíamos acercado hasta allí.
Restaban varias sorpresas antes de
que los músicos tomasen el camino hacía los camerinos, “Ocean
Land”, “Children” y “In Thy Never Ending Way” serían los
nombres de las mismas. La más noticiable sin embargo sería “El
Meod Na´Ala”, que haría retroceder las arenas del tiempo veinte
años justamente, hasta donde Orphaned Land comenzaban a forjar su
leyenda a base de sinfonías de Oriente Medio y cadencias Doom. De
cualquier modo volvieron al poco para que el legado tuviese un final
a la altura de las circunstancias, “Norra El Norra” volvería a
ser la encargada una noche más, de manera predecible, pero
absolutamente bombástica. Entre unos cuantos con ánimos como para
dejar correr las horas envueltos en melodías de las mil y una
noches, una banda se había tomado la molestia de predicar su arte
sobre quienes habían aceptado escuchar, ni uno solo marcharía para
casa dando por perdida la jornada y para todo el que lo requiriese,
los músicos se despedirían a la salida en persona, con
profesionalidad y educación intachable.
Crónica y Fotos Unai Endemaño
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