Ocasión elegante la que se nos
dispensaba el tercer viernes de Marzo. Actuaba en Bilbao la banda del
momento en lo que se refiere a Heavy patrio, la que mete más gente,
vende más discos y encabeza festivales junto a grupos
internacionales. De muchas otras maneras podría presentarse a los
asturianos Warcry, aunque ninguna fuese a resultar tan grafica como
esta que os estoy contando. Los de Víctor García han conseguido
llegar a lo más alto del rockerio estatal, tras más de diez de
años defendiendo su fórmula y ahora están viviendo la fase en la
que toca mantener el status alcanzado.
No sería para ellos Bilbao la mejor
de las plazas sin embargo, conseguirían una entrada más que digna
en la Santana 27, pero marcadamente inferior a lo que están
acostumbrados. El País Vasco -y más concretamente Vizcaya- lleva
demasiados años sin ser un terreno abonado para el Metal cantado en
castellano, identificándolo con los aspectos más rancios y
trasnochados de la cultura española. Es por esto que las bandas como
Warcry, Saratoga o Tierra Santa, jamás hayan tenido la misma
repercusión por estos lares, que la que en sus mejores momentos han
disfrutado por debajo de Pancorbo.
Siendo así, nos disponíamos sobre
la sala sin apreturas, haciendo tiempo pausadamente hasta que
comenzaban los asturianos. Lo harían presentando su último single y
mostrándose exigentes, encaramándose sobre las tablas tras una
introducción faraónica. Desde el mismo arranque buscarían la
conexión con el público, implicando a los presentes desde el primer
estribillo de la noche, requiriendo la comunión que otorgan las
palabras coreadas. Proseguirían con el disco que habían venido a
presentar, exigiendo “Venganza” y recordando acto seguido el
corte que abría su revolucionaria obra del 2008. Se mostraba de esta
manera “La Última Esperanza”, con el gentío marcadamente
convencido y el ambiente pillando temperatura poco a poco.
Ya desde estos momentos iniciales
comenzaba Pablo a regalarnos sus características muecas y sonrisas,
restándole hierro a la seriedad que algunas letras encerraban.
Victor de mientras se mostraba relajado, fiel a su pose de tipo
campechano que tiene más en común con cualquiera de sus seguidores,
que con la mayoría de rock stars del panorama, sencillo hasta las
trancas y sin perder en ningún compas su habitual gesto carismático
y desgarbado. Roberto-el tercer García del combo- clavaba la imagen
de músico metálico y aguerrido, agitando melenas sin salirse del
papel que le tocaba y aportando solidez a la función que allí se
presentaba.
La trama se pondría sentida en
cualquier caso, al tiempo que escuchábamos las historias de un pobre
infeliz y su épica batalla “Contra el Viento”. La emoción se
instalaba entre la concurrencia, simbolizando el primer gran triunfo
de la noche, el momento justo en el que el conjunto echaba el lazo
sobre los corazones que se prestaban. El trote proseguiría imparable
con “La Muerte de un Sueño” en plan kamikaze, con el doble bombo
recordándonos como se tiene que gestionar el Power Metal.
De un modo u otro desembocaríamos
en la crítica social que riega todos los minutos de “Cobarde”,
un corte de mensaje diáfano que sería presentado por Víctor para
remarcar aún más aquello que no tiene vuelta de hoja. La pantalla
de fondo se pasaría el tema entero proyectando imágenes de
periódicos ilustrando violencia de género, y a nosotros sin que
hubiese un motivo evidente de por medio, nos daba por pensar en lo
pequeño que le venía el corte a Pablo en lo musical.
Es una reflexión esta última, que
siempre me acaba surgiendo en los conciertos de Warcry, en un par de
ocasiones por lo menos. Cuando se contempla la suficiencia con la que
uno de los mejores guitarras del país ejecuta las rítmicas de
algunos temas, es fácil plantearse lo lejos que se encuentran sus
límites, respecto a lo que lleva a cabo con la banda. En cualquier
caso es el conjunto el que sale beneficiado contando con semejante
talento.
Aparcaríamos las hipótesis con
otra porción del último trabajo. “Siempre” sería la escogida
en esta ocasión, para regocijo de los aficionados a las letras
trufadas de romanticismo inofensivo. La secundaría un “Coraje”
franco y sentido, pero que aminoraba la marcha y sería finalmente
usado para que la peña pusiese a prueba sus gargantas.
El ritmo se recuperaría con el
“Alma de Conquistador”, una pieza que desde hace algún tiempo
identifico de todas todas con mi buen colega Róber y que siempre me
ha parecido especial por diferentes motivos. En la Santana los
teclados cubrirían en exceso a las guitarras, aparcando lo emotivo
para dejar paso a lo bailongo, convenciendo en cualquier caso a
quienes sienten las líneas como suyas y provocando unas pocas
lagrimillas en consecuencia.
La crítica social volvería a tomar
la sala, imaginándonos lo que tiene que ser pelear por un “Nuevo
Mundo”, envueltos en el corte que abría el disco más luminoso del
conjunto. Sin dejar de ver lo encendidos que estaban los ánimos,
decidí en cualquier caso hacer una parada técnica para acercarme a
la barra y pillar fuerzas, desapareciendo unos minutos del centro del
sarao, de similar forma a “Como un Mago” de medio pelo hubiese
planeado.
Llegaba la parte del concierto en la
que se debía homenajear a “La Vieja Guardia”, momento emotivo
sin duda para los que peinamos canas y llevamos en esto más de media
vida. Es aquí cuando pude ver a un Víctor orgulloso, relamiéndose
con el inequívoco sentido que tiene que tener esa pieza para él,
feliz de todo lo que ha conseguido mientras la enorme pantalla del
fondo, proyectaba imágenes de Judas, Maiden, Manowar y una larga
ristra de conjuntos emblemáticos para los seguidores del Metal más
clásico.
En una línea semejante, volviendo a
incidir en la terquedad que a la larga se necesita para alcanzar los
sueños, la banda se lanzaba en picado sobre “Ardo por Dentro” y
la sala respondía. Los teclados parcialmente verbeneros que inundan
la pieza nunca consiguen restar impronta al indómito mensaje y la
idea que vociferaba el león astur, quedaba cristalina. Era necesario
un pequeño receso ante tanta emoción exaltada, ante tanto orgullo
de heavy curtido.
“El Más Triste Adios” serviría
para tal fin, invitándome a explorar la sala cámara en mano.
Buscando planos es como me alcanzó por tanto “Amistad”, sin
amigos a mano con los que poder festejar, pero feliz por la jarana
que allí se estaba montando. “Un Poco de Fe” llegaría entre
tanto, marcadamente épica y con un solo de Pablo abrumador, llegando
a puntear por la espalda, de una manera en la que la mayoría no son
capaces de hacer de cara.
Al nuevo single “Huelo el Miedo”,
se le reservaría una posición noble en el setlist de la noche,
justo antes de la última batería de clásicos y poniendo el acento
sobre ella sin rubor. Ciertamente consistente nos sigue pareciendo, a
la altura de temas mayores del conjunto como “El Guardian de
Troya”, contando una historia dura de traiciones y mentiras, en la
línea clásica que la banda nos tiene acostumbrados.
Habiendo finiquitado de esta forma
la presentación del nuevo redondo, solo restarían cuatro himnos
para dar paso a las luces. El primero un “Tu Mismo” cantado por
toda la sala una vez más, repleto de énfasis y buenas vibraciones.
Siguiendo con el solemne guardián que he mencionado un poco más
arriba y rematando con la emoción que desborda “Devorando el
Corazón”.
Muchas imágenes vividas se me
agolpaban como para apuntarlas una tras otra, demasiadas aventuras me
venían a la memoria, muchas dibujadas en los cortes que estaba
presenciando y que se zanjarían con “Hoy Gano Yo”. La gran oda
al heavilata de corazón irreductible que pondría el broche final
una noche más, de la misma forma que si hubiésemos estado por
debajo de Pancorbo, con la eficiencia que le debemos exigir siempre a
la banda que hoy en día lidera el Metal castellano.
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