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martes, 30 de septiembre de 2014

Crónica - Vixen- Santana 27


Con el revuelo de las grandes citas llegaban Vixen hasta Bilbao. Lo hacían por primera vez en su historia y después de la polémica sembrada, a cuenta del baile de precios que se ha venido produciendo alrededor de las entradas. No sería en cualquier caso, un asunto que fuese a empañar la descarga que tenían concertada las americanas. Lo suyo acabaría funcionando gracias al oficio que manejan las creadoras del Rev It Up, ante menos gente de la que hubiésemos imaginado en principio, pero sin apenas motivos como para pedir el libro de reclamaciones.
Con el corte que daba nombre al trabajo mencionado, el Rev It Up del noventa, pudimos presentarnos ante Janet Gardner y compañía después de tantos años. Se nos mostrarían comedidas en el arranque, adoptando posturas de videoclip y devolviendo con sonrisas las buenas sensaciones que recibían desde el otro lado de la barrera. Tardarían un corte tan solo, en esgrimir uno de sus cortes más emblemáticos, un “How Much Love” en el que el sonido me resultó excesivamente bajo.
El público iría calentándose de buenas a primeras, ya que sin haber tenido a unos teloneros para caldear la Santana, los primeros momentos resultarían un poquito forzados, como si hubiesen pretendido meternos alguno de los clásicos con calzador. Este irregular comienzo no haría más que compensarse a medida que fuese trascurriendo la noche. Sin prisa pero sin pausa, las Vixen se irían haciendo con el recinto, de forma similar a como a buen seguro acostumbraban a hacer veinte años atrás.
Imaginábamos entonces, al tiempo que disfrutábamos con pelotazos como “Cruisin” o “Bad Reputation”, la cantidad de trabas que sortearían estas mujeres en su día, para llegar a ser valoradas en un mundo tan machista como el del Hard ochentero americano. Teniéndolas delante y viendo la entereza con la que defendían sus temas en pleno 2014, era sencillo imaginar cómo pudieron conseguirlo hace un par de décadas. Cierto es que por aquel entonces también contaban con la inestimable presencia de Jan Kuehnemund liderando la nave, un puesto que hoy lo llena lo mejor que sabe la aguerrida Gina Stille.
Ella sería la gran incógnita que sobrevolaría la actuación de las de Minnesota, aunque enseguida dejaría claro que su destreza con las seis cuerdas, podría rivalizar con la de cualquier hacha del gremio. Su toque se reveló netamente metalico y explosivo, aportando feeling donde se requería y chicha cuando hacía falta. No desentonaría tampoco cuando llegasen himnos mayores como “Cryin” o “I Want You to Rock Me”, poniendo un punto de intensidad extra a sus compañeras de sarao.
En un suspiro terminaríamos con la primera parte de la actuación, señal inequívoca de que no lo estábamos pasando mal y de lo fácil que entraban los cortes amigables de las Vixen. Destacaríamos hasta ese punto los ritmos vivos de “Streets in Paradise”, sin que Janet hubiese llegado a clavar todos los pasos que la tocaban cantar, aunque mantuviese un nivel aceptable en líneas generales. La garganta por desgracia, suele ser el punto débil en las formaciones veteranas.
Es por esto precisamente, por lo que prepararon un descanso para su vocalista justo en medio del concierto. Unos minutos que serían presentados con fragmentos de temas legendarios-entre los que se incluiría, para nuestra sorpresa, el maravilloso “Up All Night” de Slaughter, - para terminar interpretando el “Rockin in a Free World” de Neil Young, por boca de la bajista, Sharon. Sería un interesante receso, entretenido y fenomenal para descubrir las poderosas aptitudes vocales con que cuenta la encargada de las cuatro cuerdas en Vixen.
Regresaría Janet apuntando al cielo, acordonándose de la malograda Jan y afirmando aquello de que el amor es un asesino. Sería el momento en el que explicase que estaban allí como tributo a su compañera desaparecida, sin la que la propia banda, no hubiese existido jamás de los jamases. Enlazarían el momento tierno con su único recuerdo hacía el Tangerine que grabaran en los noventa. Sería “Never Say Never la escogida.
La última parte correría veloz y sonando bastante mejor de lo que había comenzado la jarana. Sería el momento para los ecos Zeppelinescos que descansaban sobre “Hell Raisers”, para pasar acto seguido sobre otro de los sencillos que barrían en los tiempos de las melenas voluminosas. “Love Made Me” se convertía de esta manera, en uno de los últimos obsequios que nos llevaríamos para casa una vez que las luces nos invitasen a partir. Antes habría tiempo para un brevísimo solo de batería de Petrucci, absolutamente eludible en lo musical, aunque interesante para que Roxy luciese galones.
Concluirían definitivamente la comparecencia oficial con "Wrecking Ball”, dejando para el final uno de sus números más inspirados en lo que a practicar Hard ochentero se refiere. Volverían al de un par de minutos con su mega Hit “Edge of Broken Heart”, el mismo que les compuso Richard Marx y que les valió ser consideradas como “One Hit Wonder”, durante buena parte de su trayectoria. Sonaría glorioso y emocionante, con la banda metiéndonos en la perfecta película americana que habíamos ido buscando. Desgraciadamente los títulos de crédito vendrían cuando mejor se ponía la cosa, justo cuando habíamos encontrado lo que esperábamos encontrar.
Crónica y fotos por Unai Endemaño.





































 

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