Pobremente transitada se quedaría la cueva de los trolls fineses, el
anteúltimo domingo de marzo. El mismo día en el que Barca y Madrid
disputaban su tradicional partido del siglo, los folk metaleros nos
empujarían al desmelene, sin preocuparse demasiado por cuantos
fuéramos los que allí parábamos. Bendita lección de
profesionalidad, por tanto, la que recibiríamos por parte de los
creadores del "Trollhammereen".
La verbena
comenzaría temprana, con un grupete de colegas llamado Profane Omen,
dando el pistoletazo de salida. Serían abrumadoramente simpáticos,
repartiendo sonrisas al tiempo que agitaban salvajemente como si no
hubiera un mañana. En lo musical se moverían alegremente por el
Thrash Metal centroeuropeo y el Power Metal Americano, sin que
lograsen sonar empastados en ningún momento de su comparecencia.
Derrocharían buen rollo, pero nos resultarían aburridos de
presenciar, por lo poco que ofertaban, lo embarullados que sonaban y
por lo planas que resultaban sus ideas.
A continuación
llegarían hasta el Antzoki unos viejos conocidos de los sonidos
cañeros. Los alemanes Hatesphere, quienes llevan más de una década
con desigual fortuna, haciendo de teloneros en giras de diverso
pelaje. Su participación por desgracia, sería tan testimonial como
lo ha sido la mayor parte de su carrera, sin grandes momentos que
levantasen a la concurrencia, ni himnos definitivos con los que ser
recordados. Mostrarían la solidez que les confieren sus años de
carretera, pero no serían más que un preámbulo hasta lo que todos
habíamos ido a buscar.
Después del
desangelado concurso que ofertaron los germanos, saltarían
finalmente los trolls sobre las tablas del Antzoki, lo harían con un
retraso de media hora sobre el horario previsto y con la sombría
intro del Nattfodd, aportando ambientación tenebrista al festejo.
Comenzaría de esta manera, la interpretación integra del trabajo
capital de la banda. Uno de los pilares absolutos del Folk Metal se
nos mostraría entonces, con la misma frescura con la que fue creado
hace diez años, y la misma inmediatez que requerían los
espectadores.
Desde
"Manniskopesten" hasta "Grottans Barn", nueve
pedazos de historia nos aguardaban uno detrás de otro, perfectamente
engarzados para que los recesos fuesen los mínimos posibles entre
corte y corte, y con el "Trollhammaren" brillando en el
centro mismo. Serviría el mencionado clásico, para que las primeras
filas comenzaran un mosh pit inevitable, así como para que los
tiempos se revolucionasen un poquillo, Un poquillo tan solo, por
desgracia.
La triste entrada
con que contaba el recinto, impediría que el bolo fuese a remontar
hasta donde los músicos merecían. Se emplearían con presteza, sin
embargo, bailoteando y haciendo bailotear a todo el que por allí
pasaba, pero el tono general nunca dejaría de recordarnos, que
aquello continuaba siendo un domingo.
Remarcable sería
uno de los momentos más simpáticos del primer tramo, con un
jovencito yankee que andaba en primera fila cantando cada corte a voz
en grito. Vreth, ni corto ni perezoso, le subiría hasta el escenario
para que pronunciase un par de frases en sueco, demostrando un
fanatismo de matricula y una innegable facilidad para los idiomas
extranjeros.
La fiesta
proseguiría con la banda metida en harina, al tiempo que el cantante
se despojaba de su chaqueta, y pecho al aire remataba el disco que
habían venido a conmemorar. Ahí llegaría la segunda parte del
espectáculo, en la que el más reciente Blodsvept sería presentado
y los grandes cortes de otros trabajos tendrían oportunidad de ser
canturreados.
Apreciaríamos a
estas alturas como el guitarra Skrymer andaba más parado que de
costumbre, sin duda por haberse pasado el día entero en un hospital
cercano, a causa de un amago de apendicitis. Este hecho estuvo a
punto de poner el riesgo el bolo que aquí se relata, aunque
finalmente pudo llegar a salvarse la fecha bilbaína.
Volviendo a los
momentos finales del concierto, mencionar como la banda se lo
llevaría crudo con los coros de "Solsagan", recordarían
su primer trabajo con "Svartberg" y zanjarían el tramo
principal con el pegadizo "Jaktens Tid". Regresarían al de
un rato para que la fiesta terminase pareciendo mayúscula, gracias
en parte a la invasión del escenario en pelotas, de uno de los
guitarras de Profane Omen. Muy jefe el colega, asomando el cimbrél
mientras sonaba uno de los cortes del nuevo trabajo.
La jarana bien
montada, terminaría en petit comité, con los que nos habíamos
quedado ante los trolls fineses, y no andábamos preocupados por el
último metro que hacía un rato había partido, entretenidos viendo
como los Profane Omen -vestidos esta vez- acompañaban a la banda en
su última "Under Bergets Rot". Así estallaría la
definitiva traca que restaba por arder, en medio de una verbena que
podía haber llegado a ser épica, pero que termino mermada por la
pobre asistencia.
Crónica y fotos por Unai Endemaño.
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