Se esperaba cita de alto copete en la Santana bilbaína, de las que congregan a varias generaciones y consiguen reunir frente a un escenario, al clásico puñado de amigos que ya no salen de fiesta. Así se presentaba la última visita de los legendarios WASP por tierras vascas. Como evento de la semana y aspirante serio a evento del mes, si no hubiese sido por que unos días más tarde llegarían Slayer, con su infierno sobre la tierra y sus teloneros de primera línea.
Lo de Blackie y sus colegas sería mucho más entrañable que lo de los titanes de la Bay Area, sin llegar a colgar el cartel de "Sold Out", pero presentando una notable entrada en el elegante recinto. Un público mayoritariamente veterano ansiaría reencontrarse con uno de los pilares básicos del rockerio angelino de primeros de los ochenta. Uno de los combos que consiguieron asociar el "peligro" al termino Heavy Metal, y que se las ingeniaron para labrarse una sólida reputación sobre himnos irrebatibles.
Las horterisimas camisetas nos recibirían al templo de los excesos en el que debía convertirse la Santana, lejos sin embargo, de los tiempos en los que la banda se follaba monjas en directo y masticaba muñecos de feto abortados. Hoy en día la experiencia WASP se ha convertido en algo para toda la familia, más cercano a la reciente visión religiosa que parece haber sobrevenido al bueno de Blackie, pero sin dejar del todo aparcado, el oscuro glamour que la banda siempre ha mantenido.
Oficiarían sin teloneros, a imagen y semejanza de las grandes bandas que presentan sus giras como "An evening with", pero sin el minutaje y duración que estas suelen llevar incorporadas. Presentarían su leyenda con una intro compuesta por retazos de sus himnos más conocidos, calentando el ambiente de manera precisa y dejando al publico justo donde les interesaba.
Saltaría Blackie el último, como no podía ser de otra manera, y le daría cera al viejo "On Your Knees", el primer recuerdo de sus tiempos pretéritos que podríamos disfrutar. Le seguiría sin dilación la serenata que nos recibía hasta el circo eléctrico, en la que el bajo se mostraba eufórico dando molinos sobre sus dos pinreles, y el otro guitarra se ponía a correr como un chalado. A las espaldas de los protas, unas enormes pantallas proyectarían imágenes de los años en los que las melodías fueron compuestas. El único componente escénico de peso, que la banda precisaría para ambientar su ceremonia metalera.
El arreón iniciático se completaría con la clásica versión de los Who, "Real Me", y con la sempiterna "LOVE Machine", primer momento en el que la sala se vendría arriba, rememorando sin dudas, tantas y tantas noches al son del martilleante ritmo, que dejaron impreso los angelinos en su primer redondo.
La primera parte concluiría con el maestro de ceremonias dirigiéndose a la sala, explicando que habían venido a presentar un nuevo disco, del que interpretarían unos pocos cortes, introduciendo de esta manera el "Last Runaway entre los presentes. La emoción contenida no aflojaría ni un ápice a pesar de lo poco añejo que se nos presentaba, demostrando como en el último trabajo los WASP, han dado en la diana que llevaba años esquivandoles.
Aprovechando el buen tono, sacarían a relucir el único corte que rescatarían de su época intermedia, entre su último trabajo y sus años clásicos, un "Crazy" que sonaría a gloria, con toda su rotundidad Pop reverberando. Mucho más épico se presentaría el justo recuerdo al Ídolo carmesí, de cuyos surcos se rescatarían "Arena Of Pleasure", "Chainsaw Charlie" - esta ya en los bises- y la titánica obertura que todo lo introducía. A mí por lo menos, me emociono reencontrarme con uno de los mejores trabajos que se grabaron en la década de los noventa.
Anexa en espíritu al mencionado plástico, se nos presentaría con todos los honores el primer corte que fue compuesto en su día para el Crimson Idol. Me estoy refiriendo a una Power Balad de semejante enjundia, que solo podría haber sido trabada en los mejores años creativos del amigo Blackie. Hoy en día ya no se hacen baladas como esa, suspiraríamos una vez nos hubiésemos comido de punta a punta el "Miss You". Deliciosos minutos.
Encararíamos la recta final antes de lo deseable, pero siguiendo la triste costumbre por la que siempre se han regido los bolos de WASP. La pareja de baile formada por “Hellion” y “I Dont Need no Doctor” se mostraría intratable y convincente en cualquier caso, perfecta para que nos dejasen partir con la cinemática “Golgotha” retumbando sobre nuestras cabezas. El sermón sonaría firme y sentido por un Blackie a los que los años le están convirtiendo en un extraño pastor rockero.
Regresarían, claro está, primero con el mencionado Charlie de la mano y posteriormente con la dupla definitiva que conforman “Wild Child” y “I Wanna Be Somebody”, el par de temas sin los que jamás podría concluir un show de WASP que se precie.
Mencionaremos para concluir, el “excesivo” buen sonido en el que toda la velada se desarrolló, motivo principal por el que muchos nos intrigásemos sobre cuanto era lo que realmente cantaba Blackie, y cuanto lo que nos pinchaban desde la mesa de sonido. Yo sinceramente, he visto a la banda en actuaciones más disparadas que la de la Santana, aunque sea evidente que sin el colchón de pregrabados que acostumbra, el líder de WASP no da un concierto desde hace demasiados años. Para mí no resultaría óbice para disfrutar de lo que había ido a buscar, más que nada porque sabía a lo que tenía que atenerme. Por lo demás, otra noche de bonitos reencuentros y clasicazos desenterrados. Repetiremos sin duda.
Lo de Blackie y sus colegas sería mucho más entrañable que lo de los titanes de la Bay Area, sin llegar a colgar el cartel de "Sold Out", pero presentando una notable entrada en el elegante recinto. Un público mayoritariamente veterano ansiaría reencontrarse con uno de los pilares básicos del rockerio angelino de primeros de los ochenta. Uno de los combos que consiguieron asociar el "peligro" al termino Heavy Metal, y que se las ingeniaron para labrarse una sólida reputación sobre himnos irrebatibles.
Las horterisimas camisetas nos recibirían al templo de los excesos en el que debía convertirse la Santana, lejos sin embargo, de los tiempos en los que la banda se follaba monjas en directo y masticaba muñecos de feto abortados. Hoy en día la experiencia WASP se ha convertido en algo para toda la familia, más cercano a la reciente visión religiosa que parece haber sobrevenido al bueno de Blackie, pero sin dejar del todo aparcado, el oscuro glamour que la banda siempre ha mantenido.
Oficiarían sin teloneros, a imagen y semejanza de las grandes bandas que presentan sus giras como "An evening with", pero sin el minutaje y duración que estas suelen llevar incorporadas. Presentarían su leyenda con una intro compuesta por retazos de sus himnos más conocidos, calentando el ambiente de manera precisa y dejando al publico justo donde les interesaba.
Saltaría Blackie el último, como no podía ser de otra manera, y le daría cera al viejo "On Your Knees", el primer recuerdo de sus tiempos pretéritos que podríamos disfrutar. Le seguiría sin dilación la serenata que nos recibía hasta el circo eléctrico, en la que el bajo se mostraba eufórico dando molinos sobre sus dos pinreles, y el otro guitarra se ponía a correr como un chalado. A las espaldas de los protas, unas enormes pantallas proyectarían imágenes de los años en los que las melodías fueron compuestas. El único componente escénico de peso, que la banda precisaría para ambientar su ceremonia metalera.
El arreón iniciático se completaría con la clásica versión de los Who, "Real Me", y con la sempiterna "LOVE Machine", primer momento en el que la sala se vendría arriba, rememorando sin dudas, tantas y tantas noches al son del martilleante ritmo, que dejaron impreso los angelinos en su primer redondo.
La primera parte concluiría con el maestro de ceremonias dirigiéndose a la sala, explicando que habían venido a presentar un nuevo disco, del que interpretarían unos pocos cortes, introduciendo de esta manera el "Last Runaway entre los presentes. La emoción contenida no aflojaría ni un ápice a pesar de lo poco añejo que se nos presentaba, demostrando como en el último trabajo los WASP, han dado en la diana que llevaba años esquivandoles.
Aprovechando el buen tono, sacarían a relucir el único corte que rescatarían de su época intermedia, entre su último trabajo y sus años clásicos, un "Crazy" que sonaría a gloria, con toda su rotundidad Pop reverberando. Mucho más épico se presentaría el justo recuerdo al Ídolo carmesí, de cuyos surcos se rescatarían "Arena Of Pleasure", "Chainsaw Charlie" - esta ya en los bises- y la titánica obertura que todo lo introducía. A mí por lo menos, me emociono reencontrarme con uno de los mejores trabajos que se grabaron en la década de los noventa.
Anexa en espíritu al mencionado plástico, se nos presentaría con todos los honores el primer corte que fue compuesto en su día para el Crimson Idol. Me estoy refiriendo a una Power Balad de semejante enjundia, que solo podría haber sido trabada en los mejores años creativos del amigo Blackie. Hoy en día ya no se hacen baladas como esa, suspiraríamos una vez nos hubiésemos comido de punta a punta el "Miss You". Deliciosos minutos.
Encararíamos la recta final antes de lo deseable, pero siguiendo la triste costumbre por la que siempre se han regido los bolos de WASP. La pareja de baile formada por “Hellion” y “I Dont Need no Doctor” se mostraría intratable y convincente en cualquier caso, perfecta para que nos dejasen partir con la cinemática “Golgotha” retumbando sobre nuestras cabezas. El sermón sonaría firme y sentido por un Blackie a los que los años le están convirtiendo en un extraño pastor rockero.
Regresarían, claro está, primero con el mencionado Charlie de la mano y posteriormente con la dupla definitiva que conforman “Wild Child” y “I Wanna Be Somebody”, el par de temas sin los que jamás podría concluir un show de WASP que se precie.
Mencionaremos para concluir, el “excesivo” buen sonido en el que toda la velada se desarrolló, motivo principal por el que muchos nos intrigásemos sobre cuanto era lo que realmente cantaba Blackie, y cuanto lo que nos pinchaban desde la mesa de sonido. Yo sinceramente, he visto a la banda en actuaciones más disparadas que la de la Santana, aunque sea evidente que sin el colchón de pregrabados que acostumbra, el líder de WASP no da un concierto desde hace demasiados años. Para mí no resultaría óbice para disfrutar de lo que había ido a buscar, más que nada porque sabía a lo que tenía que atenerme. Por lo demás, otra noche de bonitos reencuentros y clasicazos desenterrados. Repetiremos sin duda.
Crónica por Unai Endemaño.
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