Sudando la
Camiseta
Verdaderamente
caliente fue lo vivido en la sala Sonora el segundo domingo de
Septiembre, abrasadoramente heavy en todos los sentidos que tengas a
bien imaginar. Una sala repleta de incondicionales al metal melódico,
junto a la ausencia absoluta de aire acondicionado que los
refrescase, fueron los dos primeros motivos que se pueden aludir al
respecto. La banda que figuraba en letras mayúsculas esa noche, tan
solo tendría que avivar el fuego que ya estaba montado.
Antes incluso de
que hubiéramos atravesado las puertas del recinto, la temperatura
que se apreciaba en los aledaños era la propia de los conciertos
especiales, el típico ambiente que siempre precede a las citas con
solera. Tan sencillo era toparse con grupos de señores tocando
guitarras de cartón, como avistar mallas de colores resultones,
mirases donde mirases, podías apreciar que la vieja guardia que
tiene a los Ochenta por referencia, nunca se ha llegado a olvidar de
los Pretty Maids.
Los daneses,
llevando tres décadas como llevan aguantando el tirón, saben bien
como devolver el cariño que la peña les guarda. Desde que
comenzaran a rodar, han mantenido una carrera coherente y se las han
arreglado para ir bordeando, el inevitable declive que las nuevas
modas les dictaban. Una de las principales bazas con las que han
contados para ello, son sus conciertos, fieles reflejos del espíritu
luchador de esta gente, en los que nunca se ha dejado de apostar por
las nuevas creaciones que van facturando.
En la cita que
aquí nos ocupa, no hicieron falta teloneros para que la noche
terminase con final feliz, “Mother of all Lies” sería el primer
tema que la parroquia requeriría para comenzar a sudar. El sonido en
la Sonora era fácilmente mejorable en estos primeros compases de la
actuación, pero poco parecía importar al público allí reunido,
iría solventándose paulatinamente en cualquier caso. La gente
mientras tanto, se la gozaba con delicados cortes como “I See
Ghosts” y se zambullía de cabeza en su videoclip particular.
Rock melódico de
cuidada factura, el mismo que vienen empleando con fortuna en sus
últimas publicaciones, se adueñaba de la sala sin precisar
demasiada ayuda, bastaba con el gancho que a los de Ronnie Atkins
siempre les ha acompañado. El rubio cantante mostraba sus maneras de
frontman arque típico,
mientras que en el resto del conjunto sobresalían Ken Hammer y
Morten Sandager, el primero por el peso que tiene en la formación,
el segundo por el protagonismo que adquiría sobre el escenario.
Los cortes
clásicos llegarían pronto y la gente se volvía loca mientras
echaba la vista veinte años atrás, con los altavoces atronando
“Needles in the Dark” o “Love Games”. Se calmaba un poco el
sarao, al tiempo que les daba por incluir cortes de este milenio en
escena, los botes y aplausos continuarían a buen nivel cayese lo que
cayese. Ronnie tan solo tendría que presentar “Yellow Rain” un
par de temas después, para que la algarabía comenzase a alcanzar
proporciones épicas de nuevo, para ello tendría que dejarse la
garganta tratando de alcanzar los tonos más altos que le salían al
paso. Algo similar a lo que le ocurriría con otra de sus joyas del
“Red Hot And Heavy”, “Queen of Dreams” concretamente.
El maquillaje
iría derritiéndose sobre la cara del cantante y “Back to Back “,
era presentado con todos los honores que un clásico de semejante
nivel merece. Puños apuntando al techo y melenas volando para
recibir a una de las piedras preciosas que guardaba el Metal
escandinavo de los ochenta, un par de acoples inoportunos por
desgracia, se encargarían de restarle parte de épica al momento. La
sudada proseguiría con los ecos de Scorpions que siempre arrastra el
punteo de “Rodeo”, el homenaje perpetuo hacía Phil Lynnot por
cuenta de “Please Don´t Leave me” y la inclusión del
archiconocido estribillo del “Another Brick in The Wall”, para
presentar por todo lo alto “I.N.V.U”.
La noche se
pondría un poco más heavy aun si cabe, cuando Pretty Maids lanzaran
el “Red, Hot and Heavy” sobre la Sonora. Su “Balls to the Wall”
particular provocaría los últimos momentos de júbilo antes de que
la banda se bajase dignamente del escenario, para esperar los cinco
minutos de rigor que se acostumbran en estos casos. Volverían
remarcando la importancia que ha tenido “Pandemonium” en esta
última época de su carrera y rescatarían para ello, “It Comes at
Night” y “Little Drops Of Heaven”. En el preciso momento en el
que un mar de palmas inundaba la sala, Ronnie Atkins sonreía
satisfecho, volvía el micrófono hacia los espectadores y en su
mirada, se podía confirmar que se veía con el deber cumplido.
No iban a bajarse
de allí sin que el “Future World” pusiese la puntilla de todos
modos. Tocaba apretar los dientes de nuevo y dejarse llevar por este
himno, de manera similar a como lo habíamos hecho cientos de veces
antes. Un final perfecto y predecible para una de las noches más
calientes que se recuerdan en la Sala Sonora, desde que comenzara su
andadura hace poco más de un año.
Crónica y Fotos por Unai Endemaño
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