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sábado, 2 de agosto de 2014

Cronica - Airbourne-Sala Santana 27 (Bilbao)


A tiro hecho continúan funcionando los Airbourne, sin necesidad de reinventar la formula con la que llevan deslumbrando desde los inicios y confiando todas sus acciones sobre la esencia misma del Rock and Roll verbenero. La fiesta por la fiesta, regada con cerveza de lata y servida sin ornamentos que la distorsionen. Solo Rock del que mencionaban los Rolling. El mismo que convencía a pesar de su aparente simpleza, ejecutado en este caso, con las clásicas pinturas de guerra australianas.
Justificándose bajo esas premisas, la sala Santana lucía galas de gran evento, con asistencia masiva desde bien entrada la tarde. La gente había respondido a la llamada de los Airbourne, sin importarles demasiado que aquello fuese un martes perdido en medio del verano. Se podía ver mucho integrante de la vieja guardia, mucha cazadora recortada y cantidad de ilusión por lo que allí estaba a punto de celebrarse. El clásico ambiente de los grandes eventos, pero ofertado en sala en lugar de pabellón. Antes de entrar nos imaginábamos sin problema, a la vista de lo que contemplábamos, el modo en el que este grupo terminara reventando plazas muy grandes en los años venideros. Es solo cuestión de tiempo.
En cualquier caso, ocupándonos del capítulo que tocaba esta vez, tomábamos posiciones para disfrutar con el goloso anticipo que anunciaba el cartel del evento. Los paisanos Hightlights iban a ser los encargados de poner la fiesta a rodar, plantándose serios frente al gentío que deambulaba. Pondrían firmes a la parroquia gracias a su Rock and Roll eléctrico, de la misma forma en la que habían hecho tantas otras veces antes, y sin dejarse amedrentar por lo exigente de la experiencia.
Resultarían idóneos para los presentes, absolutamente eficaces y enchufados, desplegando con acierto algunos de los temas que compondrán su primer trabajo. Gozarían por desgracia de unas luces pobres y un sonido bastante limitado. Un par de obstáculos ante los que se sobrepondrían con oficio y tablas, haciendo buenas las horas y horas de saraos, que van acumulando a sus espaldas. Terminarían sin robar una pizca de protagonismo a los jefes de la velada, pero habiendo cumplido con su trabajo. Rematando con su versión del “Shoot, Shoot” de UFO y recogiendo sus bártulos, como humildes currelas del escenario que son.
Nos dejaban con el enorme telón que ocultaba la parte trasera del escenario, un lienzo que se caería de golpe cuando arrancasen los primeros compases de “Ready To Rock”. Ante nosotros aparecerían los cuatro australianos que habíamos ido a ver, enrabietados mientras tomaban posiciones ofensivas. En la retaguardia lucía un impresionante muro de pantallas Marshall, de la misma forma en la que aparecen en alguno de sus videoclips más famosos, dibujando el estereotipo perfecto de concierto rockero.
Completaban la estampa con su clásica actitud de malotes tabernarios, sin parar de agitar y con Joel O´Keeffe acaparando casi todos los focos del recinto. El volumen se había tornado perfecto y los clásicos del conjunto estaban completando el círculo, derritiendo sin prisa cualquier atisbo de resistencia que pretendiésemos oponer. La propia cadencia hacía que acompañásemos con la cabeza “Too Much, Too Young, Too Fast” o “No One Fits Me Better tan You”, inducidos por los irresistibles ritmos australianos.
La fiesta no se detendría en ningún momento, aunque en algunos tramos se aminorase la marcha por la insistencia del conjunto en interactuar con su público. Algunos cortes fueron alargados en demasía de esta manera, abusando del canturreo popular, aunque propiciando el buen rollo generalizado. Sería el único lunar que se le podría acabar poniendo al espectáculo, si es que nos diese por ponernos puntillosos. Lo cierto es que el concierto no terminaría siendo, de los que merecen anotaciones en los márgenes. Nadie podría haberse sentido defraudado, si es que tenía constancia de lo que había ido a ver.
El guion estaba claro y no aceptaba intromisiones. Los cuatro australianos repartiendo estopa, agitando como posesos y sudando la gota gorda ante sus fieles. Joel concretamente, era el encargado de protagonizar los inevitables momentos estelares, ya fuese reventando garimbas contra la testa, como sacando a pasear un gigantesco foco al tiempo que presentaba “No Way but the Hard Way”. Antes habría tenido tiempo de dedicar “Girls in Black” a las mujeres presentes y hasta de darse un paseo a hombros de un roadie, entre los aficionados. Genio y figura el colega.
Se marcharían con el público absolutamente entregado, ofreciéndonos un poderoso y veloz “Stand Up For Rock N Roll”, sin que a Joel le hubiese dado tiempo a trepar por uno de los laterales como acostumbra. Volverían por tanto al de escasos minutos, con el otro hermano O´Keeffe haciendo sonar una sirena antiaérea en medio del tablao y el cantante apareciendo por sorpresa encima de los Marshall. De esta manera dispararían “Live It Up” y dejarían casi todo preparado para barrer lo que quedaba con “Running Wild”.
Aquí se viviría el último instante memorable, con el protagonista subiéndose a uno de los balcones laterales e interpretando el solo pertinente, con un pequeño crio que andaba por allí, acompañándole. El colmo de todas las ovaciones vendría a continuación, juntando en una misma celebración lo exuberante de un concierto bien rematado, con lo tierno que pinta un pequeño chaval portando una guitarra de juguete. Ni planeado les hubiese quedado mejor y con esa sensación es con la que acabaríamos dejando atrás, el martes perdido en cuestión. Con una buena sonrisa y el deseo de volvernos a encontrar pronto con estos Cocodrilos Dundee del Rock And Roll.
Cronica y fotos por Unai Endemaño.










































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