Continúa un año
más el Reverence Valada, cerrando nuestro particular circuito
festivalero veraniego. Lo vuelve a hacer con todos los condimentos
que se le pueden exigir, a un certamen diferente al resto de eventos
conocidos. Una apuesta musical evidentemente arriesgada, en medio de
las agrestes instalaciones que nos sorprendían el año pasado,
serían nuevamente servidas para que pudiéramos pasar tres días
alejados del mundo, tal y como nos es ofrecido durante el resto del
calendario.
Llegaríamos de
jueves este año, dispuestos para una primera toma de contacto, con
todo lo que el Reverence del 2015 tenía que ofrecer. Tendríamos
tiempo para ver como la localización del festi continuaba asentada
al borde del rio Tejo, en el mismo parque de Merendas sobre el que se
alzaban tres escenarios coloristas y resultones, y la gente comenzaba
su particular fin de semana lisérgico.
El aperitivo del
festi nos ofrecería actuaciones desde las 17:00 de la tarde, aunque
tan solo llegaríamos para degustar los dos últimos combos de la
jornada. The Vickers serían de esta manera los que nos recibirían
este año, desplegando elegante rock psicodélico sin olvidarse de
agradecer a Nick Allport por la inclusión, y consiguiendo mover a
todo el que se dejo caer por el escenario Rio, el único que sería
habilitado durante la jornada inaugural.
Proseguiríamos
el rodaje con Jeff And The Brotherhood despidiendo la noche,
instándonos a disfrutar de sus poderosas composiciones Stoner, que
sinuosamente tornaban pesadísimas y áridas, dándonos una liviana
muestra de lo que veinticuatro horas después, nos ofertarían los
todopoderosos Sleep. La noche concluiría en paz y buenos alimentos,
avisados de todo lo bueno que podríamos degustar a poco que
girásemos la esquina.
La segunda
jornada la comenzaríamos con los maravillosos Stoned Jesus,
desplegando su "Electric Mistress" delante de una amplia
cantidad de espectadores. Serían una de las formaciones más
respaldadas de la jornada, siendo su directo relativamente
convincente, sin llegar en ningún momento a ser tan niquelado como
han dejado grabado en sus obras de estudio. Sería una gozada en
cualquier caso, poder disfrutar del "I´m The Mountain",
mientras el humo de los canutos iba cercando nuestra presencia. La
experiencia hippie-stoner, había comenzado a lo grande.
Proseguiríamos
con los Grave Pleasures, dando la réplica a los Ucranianos desde el
escenario Praia. Lo suyo se convertiría en una de las actuaciones
más calurosas del Reverence, y no por la entrega o pasión que
desplegarían los noruegos desde las tablas, sino por la tremenda
solana que padecerían los músicos que hasta hace poco navegaban
bajo la bandera de Beastmilk.
Con el astro rey
dándoles en toda la jeta, los nórdicos trabarían una accidentada
comparecencia en la que no faltarían sus nuevos himnos -como "New
Trip Moon" o "Crying Wolves"- ni los "viejos"
éxitos que les reportó su anterior formación. De esta manera
planearían sobre Valada temazos como “Death Reflect Us”, dejando
un regusto bastante frio por desgracia, más por las difíciles
condiciones en las que tuvieron que apreciarse, que por demerito de
la propia banda. Su enorme potencial lo tendremos que presenciar en
sucesivas comparecencias.
Una vez hubimos
sobrepasado las dos primeras formaciones de la jornada -al menos para
nosotros- pudimos acceder al recinto principal, desde el que andaban
preparándose los intratables Process of Guilt. Arrancarían los
lusos con demasiada luz en el ambiente, como para que sus
composiciones desplegasen las sombras que acostumbran. Conseguirían
sin embargo, meternos en su particular infierno de Post Metal
torturado.
Desplegarían uno
de los sonidos más salvajes de la jornada, sin llegar a los límites
extraterrestres de Sleep, pero con el suficiente número de watios,
como para dejarnos los tímpanos doloridos por un buen rato.
Acertaríamos a revolcarnos entre algún tema de su anterior LP, el
Liar de su últimisimo EP y hasta algún corte nuevo, con el que
dejarnos ir hasta la siguiente parada técnica.
Los popys Waves
nos servirían de puente entre la apisonadora portuguesa y unos
Bizarra Locomotiva, que mucha gente ansiaba ver sobre las tablas del
escenario principal. Una vez contemplada su propuesta, seguimos sin
entender cómo pudieron ostentar el puesto que la organización les
otorgó. Malos como si de una banda tributo a Rammstein se tratase,
preocupándose tan solo por las poses y desplegando un tema vacío
tras otro. Olvidables y de tercera regional.
Superada la broma
de mal gusto que nos ofertaron los portugueses, hicimos tiempo de
buena gana con los transalpinos Black Rainbows, quienes andaban por
el escenario Praia desplegando Stoner musculoso, no tan boyante como
el que se les puede apreciar desde el estudio, pero suficientemente
poderoso como para que pasásemos el rato entretenidos.
Lo que vendría a
continuación superaría con creces la media alcanzada hasta el
momento. Los Alcest de Neige, inundando el Parque de Merendades con
ensoñaciones de otro mundo, otro plano de existencia, mucho menos
triste que el que tendemos a pisar a diario. Arrancando
furibundamente con "Les Iris", y mostrando al poco, sus
preciosistas souvenirs, recordando sus momentos más Black, sin
perder en ningún compas la belleza última que conservan los abismos
poco soleados.
Pasarían
brevemente sobre "Autre Temps", luciendo menos shoegazers
que lo que uno se hubiese imaginado, pero dejando como colofón su
cenit personal, "Deliverance". El corte más redondo de su
última obra, el cual engloba certeramente el nivel de belleza que
estos franceses son capaces de poner sobre la mesa. Deliciosos.
Nos moveríamos
veloces hasta el escenario Praia, para permitirnos ser aplastados
bajos las zarpas del implacable Ufomammut italiano. Bajo semejante
tonelaje discurrirían nuestros siguientes minutos, sepultados por el
volumen atroz que acostumbran a desenfundar los maestros del Doom
transalpino. Recorrerían su reciente Ecate de cabo a rabo,
acompañando sus pisadas con mal rollistas proyecciones y tonos rojo
muerte. Nos harían sangrar de gusto, perdernos en medio de su
éxtasis mesiánico, y prepararnos adecuadamente para lo que la noche
nos depararía, un ratito después.
Aprovechando la
acometida del John Spencer para mover el bigote con parsimonia,
volveríamos a la acción con Dewolff y su rock duro de otros
tiempos. Presidirían el apartado revisionista de la noche,
poniéndole al escenario Praia un divertido punto festivo, sin que
llegasen en ningún momento a convencernos de que algún día
dominaran el mundo, aunque no desentonasen lo más mínimo en todo lo
que allí se estaba cociendo.
Llegaríamos por
fin hasta las faldas de la banda estrella del certamen, los
inimitables Sleep de Pike y Cisneros, quienes alzarían el listón
hasta límites inalcanzables para el resto del plantel que tenía que
sucederles. Comenzarían impertérritos frente a una acojonante
muralla de Marshalls rugientes, con Pike lanzando riffs al aire para
que el mantra fuese envolviéndonos sin prisa.
Fue en esos
primeros compases en los que el espacio tiempo pareció absorbernos
por completo, el bucle adueñándose de nuestros pensamientos y por
algo más de hora y media, viéndonos forzados a vagar por las
infinitas dunas que esculpían los Sleep. Con "Sonic Titan"
como aperitivo y "Holy Mountain" recordando el ponderable
legado del Sabbath, hasta que el Dopesmoker nos acabara cogiendo por
las pelotas, obligándonos a perder cualquier noción de lo
terrenal, en su sentido más estricto.
Toda una
experiencia sentir como los ritmos se estiraban, sin llegar a saber
cuando iban a detenerse, una experiencia que trascendía lo razonable
y no tenia comparación posible, con Cisneros haciendo de chaman
iluminado y Pike soltando un riff tras otro. La ceremonia desértica
proseguiría hasta superar los límites de unos cuantos, dejando al
resto saciados y a unos pocos chalados, con ganas de seguir
deambulando entre bucles infinitos. Incontestables.
El último día
de festi nos quedarían aun unas cuantas bandas con las que poder
pasar la resaca de Sleep. Nada semejante a lo disfrutado la noche
anterior, aunque suficiente tela como par ir gozando el finde que nos
quedaba por fumarnos.
En primer lugar
se plantarían ante nosotros los Samsara Blues Experiment, quienes
ahora funcionan en formato de trió, pero siguen contando con esa
prodigiosa capacidad para provocar la evasión entre los que tienen
la fortuna de escucharles. Se mostrarían a ratos rocosos, aunque
fundamentalmente psicodélicos, fieles a su patentada formula de
hacer las cosas. Básicamente instrumentales y ante un publico de lo
más fumeta, los alemanes entrarían de vicio para la bonita tarde
que nos había salido.
Nos lo tomaríamos
con toda la calma posible, pasando el rato hasta el siguiente destino
que teníamos fijado, el que marcaban los portugueses Sean Riley and
the Slowriders, quienes se marcarían un show correcto y apañado,
sin llegar a demostrarnos nada del otro jueves. Cierto es que su
propuesta es más apropiada para garitos, que para grandes recintos
como el que aquí se relata.
El momento mágico
de la noche se lo marcarían los míticos alemanes Amon Dull II, una
formación formada por hippies sexagenarios, que nos daría toda una
lección de psicodelia avanzada. Sus maneras y formas no serían las
propias de los imberbes modernos que han crecido mamando de la teta
lisérgica, lo suyo sería un discurso propio de quienes pusieron las
bases para aunar drogas con música, espíritu libre con harmonías.
Nos enamorarían de esta manera, mostrándose canallas y resabiados,
sabedores del verdadero sentido que lleva tras de sí la
experimentación.
Los cabezas de
cartel en cualquier caso serían los Horrors ingleses, un conjunto
que está acostumbrado a jugar en ligas superiores en su país, pero
que es nuestra península aún no ha conseguido la repercusión
deseada. Su propuesta entraría divinamente en medio de una segunda
noche en la que los tiempos pesados de la primera vuelta, habían
sido sustituidos por aires más poppis y envolventes. De esta manera
la contundencia estudiada con la que desplegaron los Horrores, nos
resultó francamente satisfactoria.
Nos despediríamos
por este año con la nueva lección de psicodelia de los Electric
Moon, quienes volverían a mostrar lo bien que se entienden sobre las
tablas, luciendo como si de una pareja de baile psicotrópica se
tratase. Un maravilloso tripi musicado en el que la noche tornaba
perfecta, para zambullirse en los evasivos tiempos que clavaban los
familiares instrumentistas. Elegante manera de decir hasta luego, a
uno de nuestros festivales favoritos de la temporada.
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