No solemos tener el privilegio de poder degustar tan cerca de casa, exquisiteces como la que nos sirvieron los inefables Orphaned Land, el pasado martes 29 de Septiembre. Una gira acústica en la que continúan dándole cancha a su último All Is One, al tiempo que presentan gran parte de su repertorio habitual, en un formato desenchufado que encaja milimétricamente con su particular propuesta folclórico-metálica.
Pocos serían sin embargo, los que se dejaran caer por la céntrica Stage Live de Bilbo, a pesar de lo particular que prometía acabar resultando la velada. No llegaríamos a sesenta personas finalmente, evidenciando el escaso calado que tiene por estas tierras la formación israelí. Nos acordaríamos en un segundo, de la pobre comparecencia que disfrutaron en su anterior visita como cabezas de cartel, en la también desangelada Rock Star Live.
Antes de que la fiesta comenzase, se nos mostraría una curiosa introducción para ir abriendo boca. Desgraciadamente no tendríamos tiempo para llegar a ver lo que tenían que contarnos los catalanes Leaves, pero pudimos alcanzar a ver como se lo montaban los peculiares Mollust. Presentarían un espectáculo a medio camino entre el musical y el rock de tutu, sin que en ningún compás nos resultase su propuesta, merecedora del teloneo que allí se rifaba. Pasa palabra tocaría invocar en voz alta.
Continuando con el tono poco serio que estaba llevando la velada, saltaría sobre el escenario el coro Stimmgewalt, un conjunto enteramente vocal, que cruzo cinco temas antes de que Orphaned Land aterrizasen. Versionaron a Rammstein, a Van Canto, a Grave Digger y metieron una canción dedicada a la cerveza, introducida mientras el cantante principal se trincaba un botellín de tercio. Pocas veces es posible ver tantos tópicos en tan pocos minutos, nos dio que pensar durante la bufonesca comparecencia, por mucho que el mencionado protagonista cantarín, se esforzase un huevo presentando los cortes en Español de Hannover.
Lo mejor que hicieron fue dar paso a Kobi Farhi y acompañarle en los coros del inmortal Halleluya, la hippiesca versión de Cohen, con la que daría comienzo lo que realmente habíamos ido a presenciar. Con “Simple Man” saltarían el resto de los Orphaned sobre las tablas, tomando asiento en sus correspondientes taburetes, al tiempo que dejaban a Kobi todo el protagonismo escénico. Seguiría sin dilación “All is One”, mostrando lo bien que lucían los cortes en su formato desenchufado. La velocidad no sería puesta en entredicho, ni los arreglos quedarían en ningún momento rimbombantes. La cosa pintaría deslumbrante desde el principio.
Una vez nos hubimos sentido cómodos con el particular espectáculo que nos iban a ofertar los israelís esa noche, fuimos discurriendo plácidamente entre los arenosos surcos que encierran los cortes de estos titanes del medio oriente. Así pasaríamos por cortes antiguos como “Building the Ark”, hasta mucho más recientes como “Let The Truce Be Known” o “Brother”, todos con el particular tono buen rollista y luminoso, que acostumbran a desplegar.
El repertorio no variaría demasiado de lo que pudimos presenciarles hace tres años ya, a pesar del formato acústico y el coro que traían de regalo. Los himnos como “Sapari” sonarían igual de folclóricos que cuando los interpretan con los altavoces echando chispas. El tono general acabaría siendo de esta manera, la mayor diferencia que podríamos disfrutarles, sería lo íntimo que se nos mostraría cada segundo, lo exclusivo que terminaría resultando todo lo que se iba a cocer en el Stage Live de Bilbo.
Pocos serían sin embargo, los que se dejaran caer por la céntrica Stage Live de Bilbo, a pesar de lo particular que prometía acabar resultando la velada. No llegaríamos a sesenta personas finalmente, evidenciando el escaso calado que tiene por estas tierras la formación israelí. Nos acordaríamos en un segundo, de la pobre comparecencia que disfrutaron en su anterior visita como cabezas de cartel, en la también desangelada Rock Star Live.
Antes de que la fiesta comenzase, se nos mostraría una curiosa introducción para ir abriendo boca. Desgraciadamente no tendríamos tiempo para llegar a ver lo que tenían que contarnos los catalanes Leaves, pero pudimos alcanzar a ver como se lo montaban los peculiares Mollust. Presentarían un espectáculo a medio camino entre el musical y el rock de tutu, sin que en ningún compás nos resultase su propuesta, merecedora del teloneo que allí se rifaba. Pasa palabra tocaría invocar en voz alta.
Continuando con el tono poco serio que estaba llevando la velada, saltaría sobre el escenario el coro Stimmgewalt, un conjunto enteramente vocal, que cruzo cinco temas antes de que Orphaned Land aterrizasen. Versionaron a Rammstein, a Van Canto, a Grave Digger y metieron una canción dedicada a la cerveza, introducida mientras el cantante principal se trincaba un botellín de tercio. Pocas veces es posible ver tantos tópicos en tan pocos minutos, nos dio que pensar durante la bufonesca comparecencia, por mucho que el mencionado protagonista cantarín, se esforzase un huevo presentando los cortes en Español de Hannover.
Lo mejor que hicieron fue dar paso a Kobi Farhi y acompañarle en los coros del inmortal Halleluya, la hippiesca versión de Cohen, con la que daría comienzo lo que realmente habíamos ido a presenciar. Con “Simple Man” saltarían el resto de los Orphaned sobre las tablas, tomando asiento en sus correspondientes taburetes, al tiempo que dejaban a Kobi todo el protagonismo escénico. Seguiría sin dilación “All is One”, mostrando lo bien que lucían los cortes en su formato desenchufado. La velocidad no sería puesta en entredicho, ni los arreglos quedarían en ningún momento rimbombantes. La cosa pintaría deslumbrante desde el principio.
Una vez nos hubimos sentido cómodos con el particular espectáculo que nos iban a ofertar los israelís esa noche, fuimos discurriendo plácidamente entre los arenosos surcos que encierran los cortes de estos titanes del medio oriente. Así pasaríamos por cortes antiguos como “Building the Ark”, hasta mucho más recientes como “Let The Truce Be Known” o “Brother”, todos con el particular tono buen rollista y luminoso, que acostumbran a desplegar.
El repertorio no variaría demasiado de lo que pudimos presenciarles hace tres años ya, a pesar del formato acústico y el coro que traían de regalo. Los himnos como “Sapari” sonarían igual de folclóricos que cuando los interpretan con los altavoces echando chispas. El tono general acabaría siendo de esta manera, la mayor diferencia que podríamos disfrutarles, sería lo íntimo que se nos mostraría cada segundo, lo exclusivo que terminaría resultando todo lo que se iba a cocer en el Stage Live de Bilbo.
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