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jueves, 6 de noviembre de 2014

Crónica - Gotthard+Lords of the Black


Cuatro años después de que un maldito camión se llevase por delante la voz de Gotthard, los ecos de lo que pudo haber sido, continúan resonando a cada paso que los suizos emprenden. Esta sería la triste certeza, que nos quedaría cuando las luces hubieron dejado paso a las sombras, y los músicos hubieron bajado ordenadamente desde lo alto de las tablas de la Santana 27 bilbaína. Poco importaría al final de la noche, la ejecución pulida y las formas de gran combo que siguen gestionando los de Lugano. El vacio que dejo Steve Lee con su repentina partida, sigue pesando demasiado sobre ellos.
Esta sentencia de corte agorero y pelín tremendista, viene desde quien tiene a los dos últimos trabajos de Gotthard, como excelentes ejemplos de Hard Rock de corte contemporáneo, firmes muestras de la efectividad con la que manejan el estilo estos suizos. Sigo sin verles defender en directo todo lo que solían, sin embargo. No les siento transmitiendo sobre las tablas, de la forma en la que lo hacían cuando contaban con el concurso de Steve Lee.
Una gran parte del público pareció entenderlo de manera similar, sumando una desigual entrada dentro de la Santana 27, a pesar de que en su anterior venida, agotasen el papel sin problema. Justo es mencionar, como en aquella ocasión Gotthard fueron de la mano con Unisonic, contando con el aliciente de tener a Michael Kiske entre sus filas, quien hacía un par de décadas que no actuaba por nuestro país. Esta vez que relatamos, por desgracia, los teloneros serían bastante menos llamativos, aunque cumplirían dignamente con su tarea.
La nueva formación, Lords of Black, sería la encargada de abrir la lata a base de Metal neoclásico y castizo. Se trataría de un conjunto en el que podríamos encontrarnos con un par de viejos conocidos del rockerio patrio. Los Ex Saratoga Andy C y Tony Hernando, liderando un combo en el que sobresaldría sin problemas el excelso cantante, Ronnie Romero, quien a pesar de haber militado en San Telmo y en un tributo a Rainbow, aún no es tan conocido por el gran público, como a buen seguro acabará siendo en lo sucesivo.
Durante algo así como cuarenta minutos, desgranarían su primer trabajo homónimo, ante una sala que se iba llenando por goteo. Al poco de comenzar, el escenario sería tomado por la dupla que formaban en cantante y Tony Hernando, quien asumiría evidentes dotes de mando sobre todo lo que allí se cocía. Los galones que el guitarra se ha ganado durante sus años con Saratoga, se iban a tornar evidentes al frente de su propia banda. Ronnie por su parte, sin tanto bagaje con el que llamar la atención, dirigiría los focos hacia su persona con la mera ayuda de su poderosa garganta entrenada.
Musicalmente, los Lords Of Black nos recordarían sobremanera las elegantes formas de unos Kamelot, para pasar a continuación, a buscar la contundencia de unos Evergrey difusos. El resultado quedaría pelin desdibujado en ocasiones, aunque las buenas intenciones se les adivinarían a los señores de negro. Teniendo muy claro sobre que tecla debían apretar, jugando a modernizar el caduco metal castellano que tanto se disfrutaba hace unos años y adornando de paso, todo lo que podían la materia.
Terminarían permitiéndose un bis para lucimiento absoluto de su cantante, interpretando un “Neon Knights”, de una forma en la que muy pocas gargantas son capaces de emular. Dejaría claro una vez más-de manera faraónica en esta última ocasión- que es el mayor activo con que cuenta esta banda recién nacida. Un cantante que puede dar días de gloria al metal español, a poco que tenga temas a la medida de sus cuerdas vocales.
Un disparo más tarde y serían Gotthard quienes pisasen escenario bilbaíno. Luciendo flamantes aparecerían, poniendo la fiesta a rodar con el onomatopéyico estribillo que indica su último redondo y con las maneras de grupo de masas, que llevan clavando desde hace más años de los que puedo recordar. Intenso y medido sería el proverbial arranque, que nos servirían los suizos.
Mantendrían este ritmo sin demasiada dificultad, atacando cuando era necesario cortes de su anterior etapa, como “Sister Moon” o “Master Of Illusion”, para dejar que la parte central de la actuación brillase al ritmo que marcaban los cortes de nuevo cuño. “Feel What I Feel” sería de esta manera, un punto de inflexión importante, encadenándose de maravilla al “Domino Effect” que acababan de marcarse.
Iniciarían así la segunda parte, recordando lo bien que interpretaba “The Call”, el desaparecido Steve Lee, haciendo que las comparaciones se nos volviesen odiosas, a pesar de lo bien que sacaba adelante el corte Nic Maeder. Mucho más fácil se nos haría disfrutar de “Remember It´s Me”, sin la referencia posible y con el protagonista bastante más convencido, guitarra en mano y demostrando sin fisuras, su incuestionable valía.
Pasarían victoriosos sobre el pepinazo de tema que es “What You Ghet”, para presentar otro de los momentos álgidos de la velada. En este punto se harían acompañar de unas cuantas aficionadas-y un varón en pos de la paridad- para que les ayudasen con los coros canturreables de “Starlight”. Aquí se vivirían instantes impagables, por lo comico y por lo entrañable de la escena. Con Nic Maeder mostrando unas enormes bragas, que hacía un rato le habían tirado desde los aledaños.
El ambiente festivo estaba montado y desgraciadamente, elegirían mal el repertorio insertando “One Life, One Soul”, justo detrás de la chirigota que acabábamos de presenciar. A pesar de quedar fabulosa y sentida, con las luces más bonitas de toda la noche adornando, estaría garrafalmente situada por los protagonistas de la noche.
Mucho más razonable sería la elección de “Hush”, para volver a levantar los brazos antes de los bises. Con el público entregado y deseando cantar la famosa tonadilla que sirve de estribillo a la pieza, llegaríamos hasta el inevitable final falso que marcaría “LIft U Up”. Nuevo suspiro para volcarse y recordar entre sonrisas, el sello que acostumbraba a imprimir el señor Lee al corte.
Tanto en este himno, como en el sucesivo “Anytime Anywhere” con el que volverían, no pudimos evitar echar la vista atrás hacía el fallecido cantante. Sin pretender desmerecer la encomiable labor que desempeñaba Nic Maeder, seguía siendo difícil comparar a estos Gotthard, con los que en su día nos atraparon para siempre. Emular una voz puede ser posible, pero el magnetismo y carisma que desplegaban aquellos, estaba muy lejos de lo que pudimos presenciar en la Santana, el pasado 25 de octubre.
Dejando a un lado consideraciones vocales e inoportunas, zanjarían su comparecencia haciendo que primase el corazón sobre el musculo, de manera emotiva y bella, aunque tristemente aburrida teniendo en cuenta de donde veníamos. El mismo corte situado en otra posición, hubiese sido glorioso, más no situándolo a continuación de un par de pepinazos del bailoteo. Sería bonito y sería elegante, pero muchos sin duda habríamos visto a Gotthard en mejores noches, zanjaríamos al tiempo que nos arremolinábamos por salir.

Crónica y fotos por Unai Endemaño.




































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