Cuatro años
después de que un maldito camión se llevase por delante la voz de
Gotthard, los ecos de lo que pudo haber sido, continúan resonando a
cada paso que los suizos emprenden. Esta sería la triste certeza,
que nos quedaría cuando las luces hubieron dejado paso a las
sombras, y los músicos hubieron bajado ordenadamente desde lo alto
de las tablas de la Santana 27 bilbaína. Poco importaría al final
de la noche, la ejecución pulida y las formas de gran combo que
siguen gestionando los de Lugano. El vacio que dejo Steve Lee con su
repentina partida, sigue pesando demasiado sobre ellos.
Esta sentencia de
corte agorero y pelín tremendista, viene desde quien tiene a los
dos últimos trabajos de Gotthard, como excelentes ejemplos de Hard
Rock de corte contemporáneo, firmes muestras de la efectividad con
la que manejan el estilo estos suizos. Sigo sin verles defender en
directo todo lo que solían, sin embargo. No les siento transmitiendo
sobre las tablas, de la forma en la que lo hacían cuando contaban
con el concurso de Steve Lee.
Una gran parte
del público pareció entenderlo de manera similar, sumando una
desigual entrada dentro de la Santana 27, a pesar de que en su
anterior venida, agotasen el papel sin problema. Justo es mencionar,
como en aquella ocasión Gotthard fueron de la mano con Unisonic,
contando con el aliciente de tener a Michael Kiske entre sus filas,
quien hacía un par de décadas que no actuaba por nuestro país.
Esta vez que relatamos, por desgracia, los teloneros serían
bastante menos llamativos, aunque cumplirían dignamente con su
tarea.
La nueva
formación, Lords of Black, sería la encargada de abrir la
lata a base de Metal neoclásico y castizo. Se trataría de un
conjunto en el que podríamos encontrarnos con un par de viejos
conocidos del rockerio patrio. Los Ex Saratoga Andy C y Tony
Hernando, liderando un combo en el que sobresaldría sin problemas el
excelso cantante, Ronnie Romero, quien a pesar de haber militado en
San Telmo y en un tributo a Rainbow, aún no es tan conocido por el
gran público, como a buen seguro acabará siendo en lo sucesivo.
Durante algo así
como cuarenta minutos, desgranarían su primer trabajo homónimo,
ante una sala que se iba llenando por goteo. Al poco de comenzar, el
escenario sería tomado por la dupla que formaban en cantante y Tony
Hernando, quien asumiría evidentes dotes de mando sobre todo lo que
allí se cocía. Los galones que el guitarra se ha ganado durante sus
años con Saratoga, se iban a tornar evidentes al frente de su propia
banda. Ronnie por su parte, sin tanto bagaje con el que llamar la
atención, dirigiría los focos hacia su persona con la mera ayuda de
su poderosa garganta entrenada.
Musicalmente, los
Lords Of Black nos recordarían sobremanera las elegantes formas de
unos Kamelot, para pasar a continuación, a buscar la contundencia de
unos Evergrey difusos. El resultado quedaría pelin desdibujado en
ocasiones, aunque las buenas intenciones se les adivinarían a los
señores de negro. Teniendo muy claro sobre que tecla debían
apretar, jugando a modernizar el caduco metal castellano que tanto se
disfrutaba hace unos años y adornando de paso, todo lo que podían
la materia.
Terminarían
permitiéndose un bis para lucimiento absoluto de su cantante,
interpretando un “Neon Knights”, de una forma en la que muy pocas
gargantas son capaces de emular. Dejaría claro una vez más-de
manera faraónica en esta última ocasión- que es el mayor activo
con que cuenta esta banda recién nacida. Un cantante que puede dar
días de gloria al metal español, a poco que tenga temas a la medida
de sus cuerdas vocales.
Un disparo más
tarde y serían Gotthard quienes pisasen escenario bilbaíno.
Luciendo flamantes aparecerían, poniendo la fiesta a rodar con el
onomatopéyico estribillo que indica su último redondo y con las
maneras de grupo de masas, que llevan clavando desde hace más años
de los que puedo recordar. Intenso y medido sería el proverbial
arranque, que nos servirían los suizos.
Mantendrían este
ritmo sin demasiada dificultad, atacando cuando era necesario cortes
de su anterior etapa, como “Sister Moon” o “Master Of
Illusion”, para dejar que la parte central de la actuación
brillase al ritmo que marcaban los cortes de nuevo cuño. “Feel
What I Feel” sería de esta manera, un punto de inflexión
importante, encadenándose de maravilla al “Domino Effect” que
acababan de marcarse.
Iniciarían así
la segunda parte, recordando lo bien que interpretaba “The Call”,
el desaparecido Steve Lee, haciendo que las comparaciones se nos
volviesen odiosas, a pesar de lo bien que sacaba adelante el corte
Nic Maeder. Mucho más fácil se nos haría disfrutar de “Remember
It´s Me”, sin la referencia posible y con el protagonista bastante
más convencido, guitarra en mano y demostrando sin fisuras, su
incuestionable valía.
Pasarían
victoriosos sobre el pepinazo de tema que es “What You Ghet”,
para presentar otro de los momentos álgidos de la velada. En este
punto se harían acompañar de unas cuantas aficionadas-y un varón
en pos de la paridad- para que les ayudasen con los coros
canturreables de “Starlight”. Aquí se vivirían instantes
impagables, por lo comico y por lo entrañable de la escena. Con Nic
Maeder mostrando unas enormes bragas, que hacía un rato le habían
tirado desde los aledaños.
El ambiente
festivo estaba montado y desgraciadamente, elegirían mal el
repertorio insertando “One Life, One Soul”, justo detrás de la
chirigota que acabábamos de presenciar. A pesar de quedar fabulosa y
sentida, con las luces más bonitas de toda la noche adornando,
estaría garrafalmente situada por los protagonistas de la noche.
Mucho más
razonable sería la elección de “Hush”, para volver a levantar
los brazos antes de los bises. Con el público entregado y deseando
cantar la famosa tonadilla que sirve de estribillo a la pieza,
llegaríamos hasta el inevitable final falso que marcaría “LIft U
Up”. Nuevo suspiro para volcarse y recordar entre sonrisas, el
sello que acostumbraba a imprimir el señor Lee al corte.
Tanto en este
himno, como en el sucesivo “Anytime Anywhere” con el que
volverían, no pudimos evitar echar la vista atrás hacía el
fallecido cantante. Sin pretender desmerecer la encomiable labor que
desempeñaba Nic Maeder, seguía siendo difícil comparar a estos
Gotthard, con los que en su día nos atraparon para siempre. Emular
una voz puede ser posible, pero el magnetismo y carisma que
desplegaban aquellos, estaba muy lejos de lo que pudimos presenciar
en la Santana, el pasado 25 de octubre.
Dejando a un lado
consideraciones vocales e inoportunas, zanjarían su comparecencia
haciendo que primase el corazón sobre el musculo, de manera emotiva
y bella, aunque tristemente aburrida teniendo en cuenta de donde
veníamos. El mismo corte situado en otra posición, hubiese sido
glorioso, más no situándolo a continuación de un par de pepinazos
del bailoteo. Sería bonito y sería elegante, pero muchos sin duda
habríamos visto a Gotthard en mejores noches, zanjaríamos al tiempo
que nos arremolinábamos por salir.
Crónica y fotos por Unai Endemaño.
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