Como posible gira del año había
sido calificada meses antes, llegado el día, nadie parecía con
ganas de ponerse a negar este pronóstico sobre el horizonte. Los
Volbeat tenían casi todo el papel vendido para su cita bilbaína, la
confianza de quienes les habíamos visto unas cuantas veces ya y
sobre todo, la expectación de los que iban a desvirgarse con los
daneses en la Santana 27 de Bolueta. Todos juntos pudimos constatar,
después de un caluroso lunes de octubre, que Michael Poulsen y los
suyos han dejado de jugar en categorías inferiores, se mueven con
los grandes, con los que agotan entradas, la clase de banda que reúne
multitudes y congratula tribus dispares a su paso.
La de Bilbao no iba a tratarse de
una fecha especial sin embargo, no para Volbeat desde luego. Ahí es
donde toca referirse al primer matiz exigible para con los grupos de
elite, nunca puede haber días de transición, todas las noches
tienen que resultar definitivas y concluyentes. A pesar de no ser más
que una fecha cualquiera en medio de un tour inmenso, en Bilbao vimos
a un conjunto montándola gordísima sin tener que romperse los
cuernos en el proceso. A la gente por suerte, poco parecían
importarles estas consideraciones propias de críticos puntillosos.
Los prolegómenos serían breves y
no darían para demasiadas tertulias, Iced Earth adelantarían
su presencia enarbolando su reciente “Plagues of Babylon” y
poniendo un considerable número de puños en alto para recibirles.
La banda apuesta honrosamente por su última etapa y desde el
principio rescata “Dystopia”, para regocijo de la peña de la
greña allí reunida. Mayor algarabía provocaría la legendaria
“Dark Saga”, que iba a poner a tiro las primeras comparaciones
inevitables de la velada. Zanjaremos las cuestiones comentando que
Stu nunca va a hacer olvidar del todo a Barlow, a pesar de que
mantenga el tipo todo lo bien que puede llegar a hacer un suplente de
excepción. Sus formas de heavy prototípico, tirando de agudos más
exagerados de lo que es necesario a menudo, contrastan demasiado con
la contenida elegancia, que llevaba implícita el cantante pelirrojo
al que nos referimos.
“My Own Saviour” volvería sin
embargo a rescatar los momentos más gloriosos del conjunto, con un
Jon Schaffer que gobernaba de manera tiránica los tiempos y dejaba
que su guitarra sobresaliese por encima de la mezcla global. Demostró
a pesar de mantenerse casi todo el tiempo en su esquinita
correspondiente, que sus cabalgadas sobre las cuerdas continúan
siendo el eje sobre el que la música de la banda se asienta. Al
igual que ocurre cuando te topas con otras guitarras rítmicas
ilustres- como las de Scott Ian o Malcom Young por ejemplo- era
curioso ver lo mucho que se puede llegar a destacar sin adornar el
trabajo con solos, basándolo todo en la personalidad que tu propio
sonido conserva.
Bajándole un poco el volumen al
líder de los Iced Earth en cualquier caso, es como se nos presentaba
“If I Could See You”, una nueva balada en la línea de los
archiconocidos éxitos del conjunto. Tan épica y pegadiza como la
banda gusta de facturar sus piezas lentas, inevitablemente
disfrutable teniendo en cuenta esto y escasamente imaginativa
completando la descripción. Bastante más apetitosa se presentaba
“V”, la cual fue interpretada por Stu empuñando la máscara de
Vendetta que para la ocasión tenía preparada, perfecto prolegómeno
para el mejor momento que nos iba a terminar por dejar la
comparecencia.
El “Night of The Stormrider”
sería rescatado de épocas pretéritas con “Pure Evil”
sentenciando que en lo que se refiere a Power Metal americano,
cualquier tiempo pasado siempre fue mejor. Perfecta lección de
estilo interpretada con convicción para acelerar el paso y dejar que
“Burning Times” se diese el homenaje que merecía. La poderosa
pieza que abría el Something Wicked sería uno de los
últimos caprichos que los de Tampa iban a ofrecernos, tan solo
restarían “Boiling Point”, el himno personal “Iced Earth”
para cerrar y entre medias, su legendario “Watching Over Me” con
el que recordarnos otros tiempos. Significativo resultaba como una
banda que un día llegó a encabezar Wacken, siendo referencia de
todo un estilo y marcando toda una época en el Metal Americano de
los noventa, se bajaba del escenario con el papel de telonera tan
asumido, sin dar la impresión de que pudiesen restar ningún
protagonismo a los cabezas de cartel, aceptando en definitiva y por
desgracia, que sus mejores tiempos pasaron hace demasiado ya.
El sentido que Volbeat llevan
es simplemente el opuesto, hacía arriba y sin detenerse a mirar lo
que van dejando por el camino, la suya es una carrera que cada día
apunta más alto y con unos límites que aún no llegamos a
vislumbrar. En la Santana comenzaron rugientes con “Hallelujah
Goat” de la misma forma que lo vienen haciendo en toda la gira y no
tardaron demasiado en acordarse de los Gangters, los Cadillacs y de
“Radio Girl”, para completar de esta manera un inicio de
efectividad incuestionable. El aroma a palomitas de autocine se iba
apoderando del garito, al tiempo que los músicos iban mostrando las
cartas con que iban a jugar la partida de esa noche. Michael Poulsen
de jefazo absoluto, pletórico de carisma y bastante más delgado que
de costumbre, volvería a centrar casi todas las miradas de los
presentes, cubriéndole las espaldas tenía a Rob Caggiano por un
lado y a Anders Kjolholm por el otro. El primero aportando el punto
extra que supone la enorme experiencia que atesora en las grandes
ligas, el segundo demostrando que su concurso sobre las tablas, cada
vez tiene mayor enjundia.
“The Nameless One” dejaría paso
a la popular revisión del “Sad Man´s Tongue”, introducida como
suele ser norma por algún tipo de recuerdo para con Johnny Cash, en
esta ocasión fue un pedacito del Ring of Fire el que sirvió para
tal fin. La gente entraba a bloque por donde la banda pretendía,
saltando y bailando todos y cada uno de los pegajosos ritmos que se
ofrecían. “Lola Montez” continuaba el embrujo y la pompa de
chicle no daba señales de que fuese a reventar con facilidad,
sobredosis de azúcar por tanto la que la banda seguía imprimiendo,
delicioso y efímero regalo que encontraría en “16 Dollars”, el
punto álgido para todos los que disfrutamos con las melodías de
caramelo. En medio de este último, Poulsen detuvo el corte por la
mitad e insto a las chavalas presentes a que trepasen a hombros de
sus respectivas parejas, montándose de esta manera una curiosa
imagen que casaba perfectamente con el espíritu de la música que se
ofertaba, solo faltó el contrabajo para que la estampa hubiese
quedado insuperable.
La cosa se tornaría un poco menos
amable merced a “Dead But Rising” y a sus aires propios de los
Metallica de última generación, las influencias de la banda
quedaban a la vista de quien las quisiese examinar, para un momento
después soltar el pie del acelerador y volver a jugárselo todo a la
carta del feeling más sincero. ”Fallen” con su emotiva
dedicatoria para el padre del cantante-en este caso añadiendo
también a su madre en el homenaje- volvería a mostrar la cara más
sencilla del cuarteto, la que irradia gancho por todas sus esquinas y
conecta con los públicos más dispares que uno se pueda imaginar.
Tras guardar el moquero a buen recaudo se nos presentaba otra nueva
oportunidad para viajar a los cincuenta de manera testimonial a bordo
de “The Mirror And The Ripper”, otro fantástico corte que
consigue encapsular en sus minutos, prácticamente todo lo que
Volbeat pretenden plantear con su música.
La fiesta lejos de estar
desarrollándose como una demostración de estilo, estaba
trascurriendo sin macula, absolutamente fiel al espíritu bajo el que
se asienta esta banda. Las melodías amigables e inofensivas lo
inundaban casi todo, haciendo que la experiencia en ningún momento
llegase a ser como para asustar a tu abuela. Los cortes más
decididamente metálicos del conjunto se guardan para mejores
ocasiones, dejando a los “Cape of Our Hero” o “Maybelline”
desenvolverse a sus anchas, haciendo que quien más quien menos
tuviese su ratillo para canturrear. Entre medias Rob Caggiano se la
gozó demostrando sus habilidades con la postrera “The Hangman´s
Body Court” y preparo el ambiente para que los ritmos Ska de “Still
Counting” dijesen adiós al tramo principal de la velada. Hasta
hubo tiempo para que la banda interpretase un breve fragmento del
“Raining Blood”, poniendo una sonrisa en el careto de todos los
heavies allí presentes.
Volverían con “Doc Holliday”
dejando una vez más espacio a Caggiano para que se luciese,
dedicarían el “I Only Wanna Be With You” a la parienta de Mr.
Poulsen y rematarían la verbena con “Pool of Booze, Booze, Booze”,
de la misma forma que han hecho siempre que he tenido la fortuna de
presenciarles. Un final menos bombástico de lo que cabría esperar
teniendo en cuenta el curso que había tomado la noche, pero que no
dejó dudas sobre la solvencia de los daneses. Puede que en un par de
discos estemos hablando del grupo que lleve las manijas del rollo, si
los medios de comunicación generalistas ponen su lupa sobre ellos.
Excelentes actuaciones de trámite como la que vivimos en la Santana
27, son solo algunas de las virtudes con que cuentan para
conseguirlo.
Crónica/Fotos por Unai Endemaño
Crónica/Fotos por Unai Endemaño
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